Anuncie que liberara un buen porcentaje de los recursos que posee en custodia mediante el encaje legal es muy buena noticia. Ello indica que hay reservas sin uso mientras el país necesita recursos para su desarrollo
Eso indica que la política monetaria dirige sus cañones hacia donde es más necesaria, la puesta en movimiento de las fuerzas locales que requieren capitales para su desarrollo y crecimiento.
Que los emprendedores dominicanos puedan obtener recurso para el fomento, inicio, desarrollo de sus negocios es una noticia auspiciosa.
En lo adelante operara, imagino, una ventanilla como aquella que abrió el propio Banco Central en la segunda década de 1960, que permitió el inicio del desarrollo de la industria turística en la costa norte, en Puerto Plata. Con altas y con bajas, se dio inicio al desarrollo del turismo de la Costa Norte.
Con los tropezones propios de los aprendices, Puerto Plata se convirtió en una realidad, con una amenaza anual que llega con una muy desagradable puntualidad: la temporada ciclónica.
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El gran impulso inicial al turismo, en el momento más difícil lo facilito la ventanilla del Banco Central que puso la ciudad de la Poza del Castillo, cuna del inmenso Juan Lockward, en la ruta de los cruceros que surcan las azules aguas del mar Caribe.
La decisión de la Junta Monetaria del Banco Central es sabia puesto que contribuye a la creación de trabajo, al movimiento comercial que obligara a los contratistas de obras a comprar productos de calidad: cementos, varillas, pin turas, clavos, tuberías, alambres, de fabricación criolla.
Adivinar cuál será la ganancia de capital de ese movimiento económico es similar al de cuántas veces chocará una piedra llana hábilmente arrojada sobre la tersa superficie del fresco meandro de un río.
El Banco Central anuncia que, de esos capitales liberados especialmente, se beneficiara el sector de la industria de la construcción, uno de los principales motores del desarrollo.
Mis amigos Armando y Guido (Yuyo) D’Alessandro citaban una frase italiana que les enseñó su padre, el ingeniero Guido D’Alessandro, según la cual cuando la industria de la construcción trabaja comen todos, desde el cardenal hasta el obrero.
Todo bien. Adelante. Supervisión sobre la propiedad de los terrenos. Supervisión sobre la calidad de los terrenos, supervisión sobre la calidad de los insumos, supervisión sobre el porcentaje de obreros criollos en la construcción.
Y, finalmente vigilar que el uso de suelos sea el adecuado, es decir, que no nos volvamos locos construyendo casitas de un