Hemos hecho una cita a las diez en punto, pero según mi experiencia, el hecho de que una clienta tenga cita a cierta hora puede significar que ella llegará hora y media más tarde, tan fresca como una lechuga y sin disculparse por la tardanza, o que simplemente no llegará.
Ese no fue el caso de María, quien llegó un cuarto para las diez, medio nerviosa y preocupada por haber dejado el carro mal estacionado.
Al verla llegar, pensé: “¿Para qué querrá esta mujer una consulta, si tiene un cabello tan hermoso?”, hasta que fui percatándome poco a poco que ese cabello tan hermoso era simplemente una peluca.
María tenía un problema de alopecia, provocado por el estrés del día a día; ella usaba esta peluca para cubrir su situación y olvidarse un poco de esta condición que la avergonzaba, pero esta vergüenza venía más bien por la actitud de la gente que le rodeaba; la reacción de las personas ante una situación como esta no era de apoyo, sino más bien de rechazo.
En una ocasión, tratando de buscar solución a su problema, María decidió instalar extensiones en su cabello, pero estas hacían peso y empeoraron su condición, a lo que la peluquera respondió simplemente pegando las extensiones al cuero cabelludo, lo cual ocasionó más daño que beneficio a la situación, pues le quemó la piel.
La primera decisión que tomamos en mi consulta fue deshacernos de la peluca y cortar un poco su cabello con un estilo que ayudara un poco a tapar las zonas que no tenían cabello.
Haciendo conciencia día a día de este problema, María aprendería a lidiar con él y acostumbraría a los demás que perder el cabello no es motivo de rechazo y es una situación en la cual estamos vulnerables y necesitamos apoyo.
Hoy día, la alopecia de María está casi desapareciendo, no sólo por usar algunos productos que le pudieran beneficiar, sino también porque ha recuperado la confianza en sí misma y esto la ha liberado del estrés que causaba la condición.