En Estados Unidos el negacionismo ultraconservador empantana el proceso de vacunación contra el SARS-CoV-2 y tiende a cavar la tumba del primordial objetico de generalizar la inmunización en 50 Estados. En Francia ensayan a aislar con rudeza a los insubordinados, que sin ser obligados directamente a inocularse, quedarían selectivamente impedidos de estar en muchos sitios. Israel y Chile logran avancen espectaculares con altos índices de habitantes con dosis completas.
El mayor riesgo de la humanidad a quedar atada a altas tasas de contagio y letalidad reside en individuos que sin excepcional motivos de salud que los excusen, huyen de adquirir anticuerpos y fortalecer sus organismos fisiológicamente contra gravedades y muertes y menor capacidad de transmitir el virus.
Optan, con un efecto egoísta e insolidario, por no vacunarse, convertidos en vectores de infecciones de severos daños pulmonares, cerebrales y circulatorios impulsores de la mortalidad por pandemia hacia el resto de los humanos.
Su negación convierte su derecho a hacer lo que les dé la gana en un pronóstico de permanencia impredecible del azote viral que amenaza a ellos mismos y al prójimo, por muchos lugares, y contra esa posibilidad, los Estados deben rebelarse.
República Dominicana no puede desconocer lo que significaría permitir que la desgracia del individualismo cobre proporciones.
¿Cuántos más por matar?
Presagiosamente, y sin que reciba la debida atención, se delata poca garantía de que las armas de fuego solo les estén permitidas a personas mentalmente equilibradas, sin pronunciada agresividad mediante actos y gestos hacia los demás, especialmente cuando existe la cohabitación.
Individuos a los que no se les deben extender permisos de porte de instrumentos letales o serles revocados preventivamente.
Existen además potenciales asesinos en posesión ilegal en los que la autoridad no se fija hasta que llega el acabose. Los estallidos del machismo preñado de odios, van in crescendo hacia homicidios múltiples.
Se repiten a mansalva contra suegros, hermanos, vecinos del objetivo central de desbordamientos destructivos, que incluso llegan a víctimas circunstanciales, consecuencia de una masculinidad sangrientamente posesiva.