Cada 25 de diciembre celebramos y conmemoramos el nacimiento del Niño Jesús; una figura que ha dividido la historia en un antes y un después, y de esa misma forma, sin saberlo, nosotros vivimos una vida dividida entre lo llamado secular y lo sacro; también podemos decir que vivimos dos mundos, el mundo laico y el mundo clerical.
Hemos caído en los extremos tratando de agradar a Dios y buscando ser imitadores de Jesús, dejando a un polo para abrazar a otro polo. Pero el Niño Jesús, el Jesús o Jesucristo, como le llamemos, nos invita con su ejemplo a vivir una vida integral, y no dicotómica.
Este tiempo navideño es para recordarnos el nacimiento del Salvador del mundo, que vino a salvarnos no de forma separada o dicotómica. No podemos vivir como está dividida la tierra, con el polo sur y el polo norte, ambos opuestos; a este fenómeno le podríamos llamar bipolaridad.
No fuimos creados para actuar en dos mundos de forma opuesta. Desde una perspectiva cristiana no debe existir una fragmentación o bipolaridad entre la materia y el alma, entre nuestro diario accionar mal llamado secular y el accionar sacro. Somos uno, indivisible y no debemos rechazar el uno del otro.
Jesús no inició su vocación o trabajo cuando fue bautizado, desde que tuvo conocimiento podemos decir que trabajó de forma coherente. Recibió educación por su madre María, su padre José fue un carpintero (artesano) que hacía muchas cosas con sus manos, pasándoles con el tiempo todas esas herramientas a su hijo Jesús.
Jesus antes de ser “famoso” ya hacía las cosas con vocación, con amor y con carácter. Jesús no esperó ser bautizado para hacer lo correcto o hacer la voluntad de su Padre celestial.
¿Cómo lo podemos expresar para que entendamos? Lo que queremos decir es que Jesús antes de ser bautizado fue un carpintero (artesano), trabajó con sus manos y lo hizo bien, no engañó a nadie con su trabajo.
Hoy en día nos sentimos que amamos a Dios solo cuando estamos en el templo en un estado de éxtasis o cantando a todo pulmón; y no hay nada de malo con esto; lo que no es correcto es cambiar negativamente nuestra ética y conducta en la esfera laboral.
Cuando nos volvemos carpinteros sin responsabilidad, cuando nos convertimos en políticos ladrones y compradores de conciencia, cuando nos tornamos educadores sin vocación y sin amor, cuando nos llenamos de riquezas y explotamos a los empleados con un salario bajo y lo tratamos mal, pero también cuando somos obreros y le robamos a la empresa usando mal el tiempo y sustrayendo cosas que no nos pertenecen.
Ese Jesús antes de ser “famoso” vivió una vida ejemplar y todo lo que hizo lo hizo con carácter y amor.
Lo dominicanos cada domingo y cada sábado abarrotamos los templos, tributando y profesando que amamos a Dios y seguimos a Jesús; perdón, pero esto debemos ponerlo en tela de juicio.
Es que llevamos una ética bipolar, estamos viviendo una cosa en el templo y otra en lo laboral o estatal, no entendemos que Jesús siendo carpintero vivió y obedeció los preceptos de las verdades universales, cuando se hizo “famoso” simplemente pasó de un escalón a otro, pero siguió haciendo la voluntad de su Padre.
Para Jesús no hubo una vida secular y una vida sacra. Desde pequeño vivió con excelencia, trabajó con excelencia, comió y bebió con excelencia, discipuló con excelencia y murió con excelencia, vivió en y con abundancia.
Lo que necesitamos es vivir con aquella enseñanza que se sembró en el período de la Reforma desarrollada en Europa, ellos se saludaban con una palabra en latín: “Coram Deo”, con esto querían decir que todo lo que hagamos debe ser hecho bajo la autoridad de Dios, bajo el rostro de Dios. Si eres un congresista y profesa ser católico, evangélico, adventista u otros, debe hacerlo como una vocación sacerdotal.
Cualquier tarea o trabajo que hagamos debe ser hecho con una ética que represente al Dios que seguimos. El mejor regalo que podemos obsequiar en esta fecha navideña a esta sociedad y a nuestros familiares es haciendo lo correcto, viviendo como el Jesús integral y no dividiendo más lo sacro con lo secular.