El tema eléctrico es recurrente en las conversaciones de todos los niveles de República Dominicana. Ha sido, lo sabemos, el gran dolor de cabeza de por los menos ocho presidentes de la nación. Y se trata de una crisis energética que nos afecta a todos. En cincuenta y pico de años, debemos confesarlo, hemos demostrado que hemos sido incapaces de encontrar una solución. Hemos comprado plantas, hemos establecido nuevas normativas, hemos capitalizado al subsector, y nada. Todo continúa, en esencia, igual.
Y que no crea nadie que cada administrador –de la vieja CDE, luego CDEEE, y ahora con un Ministerio de Energía y Minas y varios organismos adicionales– no ha hecho esfuerzos. Sí que los ha hecho, pero es obvio que los logros han quedado muy lejos de las expectativas y los anuncios. En el campo de las finanzas hemos retrocedido y la carga es ahora más grande, más gravosa y, lo peor, con un futuro inmediato poco promisorio. Pero la verdad es que no podemos sentarnos frente al muro de las lamentaciones. Tenemos que seguir buscando soluciones.
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El país debe agradecer los esfuerzos que está desplegando el conocido empresario y hombre público don Celso Marranzini, en su condición de presidente del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (CUED). Es una tarea que a su edad y con sus compromisos empresariales solo puede hacerse por un interés genuino de coadyuvar con el engrandecimiento de la nación. Los ciudadanos debemos secundarla, porque sin el apoyo activo de todos sería otra jornada infructuosa. Por ejemplo, hay que pagar la energía eléctrica que se consume. No es posible que se diga que las Edes tienen 800 mil clientes que no pagan este servicio. Peor aún, que las mismas Edes no les facturan ni les cobran. Esto no puede seguir así. Hay que cambiarlo lo más rápido posible aunque la sociedad y el Gobierno tengan que pasar por un dolor de parto, por una crisis conmovedora.
Las Edes tienen que ponerse los pantalones y empezar a facturar y a cobrar.