¡Qué maldita educación!

¡Qué maldita educación!

Manauri Jorge.

Mala mía, pero no encontré otra forma de decirlo. Si te hace ruido no sigas leyendo, de lo contrario agárrate porque no vengo con números impropios, en esta ecuación sobran las variables con decimales y enteros. Por donde quiera que sume, reste, multiplique o divida da la misma vaina: un sistema formativo donde 2+2 no son 4.

¿Por qué ando tan boca floja? Porque le ponemos mayúsculas a un modelo educativo que no educa, una probeta que se ha vuelto sustantiva cuando debe ser verbo. La didáctica criolla está tan bruta que decir educación y atraso se ha vuelto pleonasmo. Las acciones públicas que se han dado difieren mucho de intenciones reales por mejorar, responden a intereses y deudas políticas que cada incumbente está obligado a cumplir. Líos con la comida escolar, líos con los libros, líos con el sindicato de profesores, líos con los colaboradores, líos con los estudiantes, líos por aquí y por allá.

Y tú dirás: “Y este loco viejo”. Para muestra te daré algunos ejemplos. Tenemos estudiantes de tabletas con docentes de pizarra en un modelo rupestre. Hay un desafine grandísimo en las aulas porque el contenido y la forma en que se comparten no son interesantes para los educandos. Desde el 2017 se implementa un currículo por competencias que nunca termina de arrancar y que, a ciencia cierta, no garantiza lo que se quiere. Mientras se impongan contenidos obsoletos y no se considere lo que realmente necesitan aprender nuestros alumnos, los resultados serán los mismos o peores.

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El niño de 5 años que el sistema obliga estar en preprimero por su edad, pero su capacidad es para estar al menos en segundo grado. Incluso, cuando entró al sistema estaba demasiado adelantado a sus iguales y tuvieron que ponerlo con los de 7 años. Ahora resulta que, pese a que aprobó con notas sobresalientes, debe regresar, no a primero de donde salió, sino al que está antes. El sistema te dice que debes ser bueno, pero si eres demasiado bueno te castiga. ¿Por qué? Porque no estamos preparados para manejar estudiantes que salgan de la media. El que sabe un chin más no cabe en la ecuación.

¿Se enteraron de un grupo de estudiantes que ganaron una competencia en la NASA? Son adolescentes y jóvenes del Liceo Científico en Villa Tapia (Hermanas Mirabal) cuyo promedio debe estar por encima de 85 para tener una butaca segura. Es un centro modelo con prestigio internacional que pertenece, aunque no lo creas, al sector público. Hasta ahí todo está excelente, pero sabes qué… A alguien se le ocurrió la maravillosa idea de instalar una fábrica de tabaco en medio del centro y eso jodió todo. Ahí nadie podía estudiar por el fuerte olor y por más protestas y favores que se pidieron, el maldito negocio se mantuvo. Aquí hay pocas escuelas de prestigio mundial y la que tenemos la dañamos metiéndole un favor político por el medio. ¿Qué pensarán esos estudiantes? Lo mismo que usted y yo.

Una de las directoras más jóvenes y mejor preparadas de Santo Domingo Este asumió un centro arrabalizado y lo llevó a niveles sobresalientes. Lo poco que ganaba lo tenía que destinar para comprar detergente y café porque el poco fondo escolar llegaba tarde, cuando llegaba. Sucede que, por su alto desempeño, le entregaron varios reconocimientos como una de las mejores a nivel nacional y eso la motivó a concursar por un cargo de más impacto y alcance. Todo muy bien hasta que le borraron las esperanzas porque no era del agrado de una directora distrital, simplemente no la dejaron avanzar y ahí se quedó. La veo tarde en la noche planificando sus clases de las tres tandas que imparte porque una sola no le da para vivir dignamente. En verdad, ni las tres juntas dan para mucho.

Hace unos días me llamó un amigo con el que recién culminé un posgrado en tecnología aplicada a la educación. Se notaba preocupado e impotente porque el ministro saliente dispuso la elaboración de un concurso para técnicos docentes y él estaba seguro que era su oportunidad de ser algo más que digitador por su avanzado perfil académico. Sucede que la intención del concurso se pospuso de forma indefinida y él, como otros tantos, tendrán que aguantarse hasta el 2025 si quieren aportar a la educación porque lo que queda de año es para que el nuevo ministro arme su maqueta, el que viene es preelectoral y el 2024 hay elecciones. Si no es mucho pedir mi bro, cambia de carrera.

Mi sobrino tiene problemas de visión y en el liceo tenía problemas para rendir en la clase, no por falta de ganas, sino porque las escuelas no están diseñadas para personas con alguna discapacidad. Su aprendizaje fue más lento porque no veía bien la pizarra y, para que no se siguieran burlando, prefería callar y pedir un cuaderno prestado al concluir el día. Insistí tanto en su formación que logró graduarse de Secundaria con muchas esperanzas de ingresar a la milicia. ¿saben qué pasó? Lo rechazaron por su baja visión. Un joven que quiere progresar y presenta alguna discapacidad se ve feo en este país.

Entonces yo me pregunto… ¿De qué maldita educación me hablan los eruditos y teóricos? La educación inicia con un modelo que le permita a un estudiante sobresaliente seguir avanzando con motivación y seguridad; la educación inicia con un Estado que proteja la escuela de los favores políticos; la educación inicia con motivación para el personal docente que sobresale sin depender del antojo de terceros; la educación inicia con continuidad administrativa y pedagógica sin importar el incumbente de turno; la educación inicia con inclusión para quienes presentan limitaciones físicas o psicológicas.

Soy un educador en cuerpo y alma, amo enseñar y aprender cosas nuevas cada día. En mis años de aula disfrutaba esa interacción cognitiva con los demás. Sin embargo, por la salud, seguridad financiera y emocional mía y de mi familia, decidí dedicarme a otra cosa que también me guste porque quedarme allí me llevaría a la depresión -como a otros-, no por la comunidad educativa, sino por un modelo educativo infuncional, un Estado incompetente y un país que prefiere una Demente en portada a una portada con mente.

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