Aunque de manera precaria o interesada, tras la suspensión de las elecciones municipales algunos actores han querido centrar el debate en si hubo o no acuerdo en el liderazgo político y partidario para tomar la decisión, lo más importante aquí son las causas que motivaron esa suspensión.
Si se trató de un error humano o técnico (es una posibilidad), estaríamos ante falta de gerencia y eficiencia (extraña porque se repitió que todo estaba listo y bien), que debe ser castigada. Aún más grave, si los «errores» fueron adrede u orquestados estaríamos ante un fraude electoral que de ninguna manera debe quedar impune.
Y nueva vez la palabra impunidad es la clave. De manera histórica, la joven democracia dominicana ha sido lacerada y maltratada y en la gran mayoría de ocasiones se aboga por políticas de borrón y cuenta nueva, que no permite que el pueblo purgue sus dolores y penas. Esto no puede volver a pasar.
Se trata de un delito electoral grave, un atentando contra la democracia dominicana (aún no consolidada), contra los recursos públicos, porque el montaje de esas elecciones y la adquisición (otra vez) de modernos equipos para el voto automatizado, costó más de 14 mil millones de pesos que salen del trabajo y el sudor de la ciudadanía.
De ahí que, aunque hay prisas electorales e intereses privados que ameritan paz y calma, si queremos estabilidad real y a largo plazo una de las condiciones en cortar ya esta amplia cadena de impunidad.
Se debe investigar a profundidad qué fue lo que pasó y quiénes son los responsables, pero esa investigación no puede hacerla ni la Junta Central Electoral, porque como organizadora del proceso debe también ser investigada, ni un Ministerio Público que también falló en la persecución de los delitos electorales y que un informe de Participación Ciudadana, dijo que: » los fiscales para asuntos electorales no contestaron las llamadas en el 72% de los casos». De ahí que urge que entidades creíbles sean las que investiguen.
Finalmente, lo más grave, cómo se jugó con el ánimo, el deseo y los derechos de una ciudadanía que nueva vez se colocó por encima de sus autoridades y dirigentes políticos. Pese a los vaticinios y apuestas a la baja participación de las personas, lo cierto es que los dominicanos y dominicanas madrugaron para ir a votar.
A ellos y a ellas pedirle que no desmayen. Esta democracia en ciernes ha costado mucha sangre de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas. En honor a ellos y ellas, no renunciemos, mantengámonos vigilantes y no dejemos que nos roben la poca democracia que aún tenemos.