Cuando se difunden conceptos erróneos negando la existencia del cambio climático, recordamos lo aprendido en el 1956 en clases de Geografía del primero de bachillerato, estudiando el texto de la educadora argentina Josefina Passadori.
Ella describía el Mar de los Sargazos, un “mar inmóvil” con una capa superior de algas que cubría en el noroeste del océano Atlántico una superficie similar al tamaño de los Estados Unidos de América.
En el 2018 se detectó el Gran Cinturón del Sargazo del Atlántico con una longitud de 8,850 kilómetros desde las costas de África Occidental, hasta el Caribe.
En enero de 1493 al retornar de su primer viaje, Colón reportó: “La hierba seguía moviéndose con las corrientes de este a oeste”…“Y esto sucedía casi todos los días, hasta casi pasada la mitad del océano”.
Como las algas tenían adosadas unas esferas que les servían para flotar, marinos portugueses, conocedores de viñedos, las asociaron con la forma de uvas de la variedad “salgazo” y, por metátesis, se acuñó el nombre “Mar de los Sargazos”.En condiciones normales ese“mar inmóvil” actuó como un ecosistema milenario donde depositaban sus huevos aves y especies marinas. También servía de hábitat a tortugas y delfines, pero ya ha dejado de ser estático, integral e inocuo.
Desprendimientos de inmensos volúmenes de algas han sido arrastrados por corrientes marinas y desde hace unos años invaden playas del Caribe, impactando negativamente el turismo de 19 países de la región.Esta metamorfosis se atribuye a que el innegable cambio climático ha incrementado la temperatura de los océanos, a la vez que el deshielo polar crea nuevas corrientes marinas y modifica las que ya existían.
Además el río Amazonas descarga residuos de fertilizantes químicos, que rompen el equilibrio ecológico de los mares.
Como no podemos incidir eficazmente eliminando las causas que provocan la invasión de las algas, por ahora procede aplicar mecanismos para mitigar o hacer desaparecer en su totalidad los perniciosos efectos de su presencia en nuestras playas. Se sabe que para la pandemia de la COVID-19 todavía no hay remedios taumatúrgicos de efectos instantáneos. Lo mismo ocurre con las algas.
En ambos casos todos estamos aprendiendo día a día la forma de combatirlos y, sin quedarnos de brazos cruzados, estamos aplicando lo aprendido. Así pues, valorando el impacto del turismo en la economía de nuestro país debemos recibir alborozados la noticia de que el presidente Abinader encabezó la rúbrica de dos acuerdos trascendentales para fortalecer la infraestructura de ese vital sector.
Uno, para proteger 35 playas, construyendo barreras para impedir el paso y controlar las algas, y otro para regenerar playas que hayan sufrido pérdida de arena como resultado de una erosión descontrolada.
Con uno de esos convenios el Ministerio de Turismo (MITUR) y ASONAHORES acordaron hacer aportes para crear un fondo que se dedicará a la “Mitigación y el Manejo del Sargazo” en las costas.
El ministro Collado señaló que el gobierno hará un desembolso inicial de RD$156 millones para comenzar a construir las barreras contra las algas. El fondo en cuestión abarcará un período de cinco años y se reportó que: “Los recursos iniciales de este, ascienden a un monto de más de US$11 millones”.
El otro acuerdo, tripartita, fue concertado entre el BID, el MITUR y ASONAHORES y tiene como objetivo específico la reversión o mitigación de la erosión, para lo cual el BID aportó US$400,000.00 como fondo no reembolsable para cubrir los costos de los estudios requeridos para recuperar 35 playas previamente identificadas.
Es de presumir que, bajo ese mismo espíritu,el Gobierno del Cambio adoptará otras múltiples medidas para superar rezagos ostensibles en distintos renglones de las zonas turísticas.
Acerca del suministro de agua debe destacarse que hace varios días la vicepresidenta Raquel Peña indicó, textualmente:“¡Es inaceptable que La Altagracia tenga 14 años esperando por el acueducto Higüey-Bávaro” .
Y agregó “…me comprometo a canalizar su construcción…”Esa sería una, entre múltiples acciones, que frenarán el irreversible proceso de intrusión salina ocurrida, por descuido, en los acuíferos de la región este, en los últimos años.
Llegó la hora en que aceptemos con gratitud y diligencia el apoyo técnico y económico que en el pasado reciente fue ofrecido en forma solidaria por países amigos para abordar ese acuciante problema y que, por causas desconocidas, fue sorprendentemente desdeñado.