Rabat.- Veinte años después de los atentados suicidas que azotaron la capital económica de Marruecos, Casablanca, ¿qué pasó con los condenados por esos ataques? Solo quedan dos decenas en prisión. La mayoría ya salieron tras cumplir pena o por indulto real.
Los atentados, en los que murieron 45 personas incluyendo 12 terroristas, desencadenaron una masiva campaña de detenciones, criticada en su momento por oenegés de derechos humanos.
Marruecos estrenó con ellos una dura política antiterrorista, aprobada en 2003 y que estipula entre otras medidas ampliar el período de custodia policial a 96 horas renovable dos veces en delitos de terrorismo.
Según las informaciones de entonces, hubo 3.000 arrestados, de los cuales 2.112 fueron juzgados y 903 condenados, entre ellos 17 a penas de muerte.
Datos oficiales ofrecidos ahora a EFE apuntan a que actualmente 20 personas están en la cárcel cumpliendo condenas por estos ataques, de entre 25 años y la pena de muerte.
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Dos de los condenados a la pena capital fueron Mohamed el Omari y Hasan Taousi, que formaban parte del comando de terroristas suicidas pero renunciaron en el último momento y abandonaron sus mochilas con los explosivos. Ambos siguen en la cárcel.
Por estos atentados también fueron juzgadas ocho personas en Francia (los terroristas fueron aleccionados por yihadistas entrenados en el país galo) y la justicia marroquí condenó a diez años de prisión a un marroquí residente en España, Hassan El Haski.
Tras cumplir allí otra pena de 14 años por los atentados del 11M en Madrid, El Haski fue entregado a Marruecos en 2019 antes de salir de la cárcel un año después por un indulto real, según explica a EFE Abderrahim Ghazali, portavoz de la asociación Comisión Mixta para la Defensa de los Presos Islamistas.
Los detenidos, procedentes sobre todo de barrios humildes de distintas ciudades, fueron condenados por su implicación directa o indirecta en los atentados y por promover la «salafiya yihadiya» (ideología radical desarrollada por Al Qaeda para justificar la yihad o guerra santa contra los que consideran infieles).
Estos presos supusieron entonces un reto para la administración penitenciaria marroquí, al tener un perfil diferente al de los reos de derecho común.
El director de Reinserción de la Dirección General de Administraciones Penitenciarias (DGAPR), Mulay Driss Aguelmam, indica a EFE que se les han ido aplicando varias políticas, readaptándolas a los acontecimientos.
En 2003, los juntaron en dos cárceles, una medida que creó problemas de seguridad ya que llegaron a organizar huelgas, motines y una fuga colectiva. Fue en 2008 en la cárcel de Kenitra, al norte de Rabat, donde se escaparon nueve (encontrados posteriormente).
A partir de 2011, los dispersaron por diferentes prisiones, antes de volver a juntarlos en pequeños grupos en 14 cárceles a partir de 2015 para evitar que adoctrinen al resto de reclusos.
Aguelmam subraya que la DGAPR creó una dirección de control para seguir de cerca el comportamiento de los presos islamistas, que desde 2017 se benefician del programa de desradicalización «Mosalaha (Reconciliación).
El responsable califica el programa de «un éxito» al que se han incorporado hasta ahora 259 presos, entre ellos 15 de los que fueron arrestados tras los atentados de 2003. Además, varios de los beneficiarios pasaron a luchar contra el extremismo radical dentro de la cárcel.
«El programa no solo contiene debates religiosos, sino también sesiones de educación sobre los derechos humanos y las leyes, además de un seguimiento psicológico de los presos», apunta.
LOS ARREPENTIDOS
Entre los condenados había influyentes predicadores salafistas como Mohamed Fizazi, Hasan Ketani, Omar Haduchi o Abdeluahab Rafiki, que fueron sentenciados a penas de entre 20 y 30 años de cárcel por inspirar a los autores de los atentados. Una acusación que siempre han negado.
Estos predicadores fueron liberados entre 2011 y 2012 por un indulto real. Uno de ellos es Mohamed Fizazi, que ha pasado a llamar a robar bancos en Europa para los muyahidines a moderar su discurso e integrarse en el sistema.
Su transición ideológica quedó sellada en 2014, cuando dirigió la oración del viernes en una mezquita en Tánger en presencia del rey Mohamed VI, donde dio un sermón sobre la seguridad y estabilidad de los marroquíes.
El expredicador Abdelwahab Rafiki (conocido antes con el apodo de Abu Hafs) fue quien experimentó un giro más radical, pasando de clérigo salafista a activista laico y acérrimo luchador contra el extremismo violento.
Condenado a 30 años de cárcel y liberado por un indulto en 2012, Rafiki (49 años) fue acusado de ser uno de los «ideólogos» de la tragedia, algo que siempre ha negado. Cuenta a EFE que los nueve años que pasó en la cárcel le ayudaron a revisar sus convicciones.
«He salido de la cárcel más abierto al mundo, más comprensivo con los demás, más activo en la lucha contra el extremismo y más convencido de los principios universales de la democracia, la convivencia y la diversidad», dice Rafiki, que ahora participa en programas y debates sobre la religión y las libertades.