¿Qué queda del legado de Hugo Chávez a 10 años de su muerte?

¿Qué queda del legado de Hugo Chávez a 10 años de su muerte?

Pocos momentos se recuerdan con tanta exactitud en Venezuela. Las 4:25h de la tarde del 5 de marzo de 2013 es uno de ellos.

El entonces vicepresidente Nicolás Maduro anunciaba en cadena nacional que Hugo Chávez había fallecido a esa hora precisa tras dos años combatiendo un cáncer del que nunca se dio información detallada.

El país se llenó de miedo e incertidumbre con la muerte de quien fue presidente por más de 13 años y cambió su rumbo.

Llegó al poder en 1999 tras ganar las elecciones con el 56,5 % de los votos, fue uno de los políticos latinoamericanos más importantes del siglo XXI, puso a Venezuela en el mapa mundial, cambió el modo de hacer política, de cómo la gente participaba en ella, incluyó a los que antes no tenían voz y les dio ayudas sociales, haciéndoles sentir que contaba con ellos.

Pero también propició la alta polarización del país, se enfentó al sector privado, cerró medios de comunicación, fue calificado de autoritario por sus rivales y afianzó las bases de una economía que al poco de morir se hundió, por lo que el país entró en una crisis sin precedentes que aún persiste.

Chávez rodeado de gente cuando ganó las primeras elecciones.
Chávez obtuvo un apoyo del 56,5 % en las elecciones de 1998.

En sus largos alocuciones en televisión depuso ministros, expropió empresas, dio consejos y entregó casas. En su última aparición, en diciembre de 2012, tras anunciar que debía operarse por la reaparición del cáncer, lanzó la que también fue su última voluntad política.

Dijo que, si algo le pasara, su opinión «firme, plena, como la luna llena» ante un escenario de nuevas elecciones presidenciales era que se eligiera a Nicolás Maduro como presidente de la república.

Maduro fue un hombre fiel a Chávez desde sus inicios. Bajo su manto, fue constituyente, diputado, canciller y, finalmente, vicepresidente. «Chávez lo preparó, lo eligió», sostiene la historiadora Margarita López Maya.

Diez años después de la muerte de Chávez, Maduro sigue al frente de un país que sufre aún una crisis económica y política, que ha visto a siete millones de ciudadanos dejar su territorio y que está siendo investigado por la Corte Penal Internacional por suspuestos crímenes de lesa humanidad,

En BBC Mundo analizamos qué queda del legado de Chávez.

Lo social: las misiones y el precio del barril de petróleo

Venezuela conoció a Chávez el 4 de febrero de 1992 cuando, tras lanzar un fallido golpe de Estado, por primera vez, los medios le pusieron micrófono, focos y cámara y habló al país.

Seis años después, más de la mitad de los venezolanos votaron por él, hastiados de la política tradicional, la corrupción, la crisis financiera, económica y social que arrastraba el país desde los 80 y la exclusión social. Lo veían «como uno de ellos».

La otra mitad no obvió el golpe y lo miró con recelo.

Así, de 1999, año que fue elegido, a 2003 fueron años convulsos. En abril de 2002, algunos sectores militares y del empresariado lanzaron un golpe de Estado que lo mantuvo fuera del poder por 48 horas, a lo que siguió el paro del sector petrolero, el principal motor económico del país.

Con su popularidad en entredicho y la posibilidad cercana de un referéndum revocatorio que lo sacara del poder por las urnas, en 2003 aprobó la primera misión: Barrio Adentro, un programa social para llevar asistencia sanitaria primaria a los barrios gracias a un convenio con Cuba que implicó el intercambio de barriles de petróleo venezolanos por médicos integrales de la isla.

A partir de ahí y con ayuda del alto precio del barril de petróleo hizo de las misiones su marca de gobierno. Entre 2003 y 2012, con repuntes en periodo electoral, lanzó un total de 31 que abarcaban desde la salud, educación y alfabetización hasta vivienda.

Muchas consistieron en bonos, ayudas económicas directas. En otros casos, atención o formación.

«A mí Chávez me dio…» o «Gracias a Chávez tengo…» eran de las frases que más escuché en los barrios populares de Caracas, donde viví por más de diez años. Era raro que alguien no se hubiera beneficiado de alguna misión.

Para los detractores fueron un instrumento populista de control social y de compra de voluntades y votos que disparó el gasto sin control ni contraloría y que no arreglaba los problemas estructurales del país.

El inusual aumento del precio mundial del barril de petróleo en una economía dependiente de este rubro ayudó a empujarlas. Y a empujar a Chávez políticamente.

«La economía mejoró y empezamos a inventar más misiones. Y empezamos a remontar en las encuestas, y las encuestas no fallan. No hay magia aquí, es política», dijo Chávez.

Maduro continuó con las misiones. Pero, como indica Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, entre ambos «no hay comparación ni en su ejecución ni en su uso comunicacional».

La disponibilidad de recursos tampoco es la misma. Y así se ha visto en su transformación y en cómo llegan a la gente.

Milicianos con cajas CLAP
Milicianos desfilan con cajas CLAP.

Por ejemplo, la Misión Alimentación, creada en 2003 para dar «seguridad alimentaria» a la población, fue de las más importantes y una que sufrió un cambio drástico.

Distribuía alimentos y productos de primera necesidad a precios regulados por el gobierno a través de una red de supermercados, mercados y bodegas en todo el país. El acceso era como en cualquier otro comercio: entrabas, elegías, pagabas y te ibas a casa.

Pero, tras la fiesta de la abundancia del boom petrolero, llegó la resaca y la hora de pagar la cuenta con la caída de los precios del barril.

A partir de 2014 la economía entró en recesión, la escasez de divisas se agudizó, el sector privado decayó, empezó el desabastecimiento en los mercados, el acaparamiento y la especulación. Eso fue la cara económica.

La más dura, la social, fue ver cómo la gente perdía peso drásticamente, hacía trueques de harina por leche en polvo, largas colas para conseguir alimentos básicos en una nueva modalidad de racionamiento donde se compraba por número de cédula con la premisa de «sólo 2 por persona» o peregrinaba días en busca de medicinas.

Mural en Caracas.

En ese contexto, la Misión Alimentación derivó en 2016 en la popularmente llamada «caja CLAP» (de Comité Local de Abastecimiento y Producción), un combo de comida básico, de entrega quincenal a hogares previamente registrados.

Aunque fue una ayuda para los sectores más pobres, no le faltan críticas: distribución irregular o inexistente, uso para el chantaje y el control político, denuncias de la mala calidad de los alimentos y casos de corrupción asociados de gran magnitud.

«Es una transferencia directa, muy útil desde el punto de vista de popularidad y de control social. Se crea el miedo a perderlo. Quien te lo distribuye sabe cómo te comportas, si vas a protestas o manifestaciones. Crea dependencia», opina Luis Vicente León.

Aún hoy, un 40% de los hogares recibe la caja Clap, según el último informe del Centro de Estudios Agroalimentarios. Una ayuda esencial en un país donde la vida cada día es más cara y el poder adquisitivo cada vez menor.

La economía: de la muerte al dólar a la dolarización de facto

«¡Exprópiese!»

Lo repitió Chávez hasta la saciedad, lo cumplió y lo unió a un fuerte discurso contra los empresarios, especialmente tras el golpe de 2002.

Él y Maduro acusaron a los empresarios de acaparar alimentos, esconderlos y «hacer la guerra económica al pueblo» con la especulación en los precios.

Ejemplo emblemático fueron los ataques al magnate Lorenzo Mendoza, cara visible de Empresas Polar, responsable de buena parte de la producción de productos alimenticios del país y sobre la que cada tanto pendía el temor a una expropiación.

Esto se tradujo principalmente en dos medidas económicas. La primera, el control de divisas, algo que se creó en los 80 pero que Chávez retoma «para quedarse». La segundo fue el control de precios para frenar la inflación y hacer la «transición al socialismo».

«El modelo económico previo (a 2003) no estimulaba la inversión extranjera y promovía la salida de capitales, lo que llevó al control, en principio manejable, cuando había altos precios del petróleo», señala Tamara Herrera, economista y directora de Síntesis Financiera.

El cóctel expropiación, amenazas y controles trajo a la par la caída del sector privado, cada vez con menos incentivos.

Una mujer sostiene unos dólares en su mano izquierda mientras trabaja en su computador.
La dolarización de facto ha dado mayor estabilidad a la economía.

De estas medidas para «vencer los vicios del capitalismo», como decía Chávez, queda poco, al menos en la práctica.

«El control cambiario se fue haciendo insostenible y se desmontó en 2018», remarca Herrera.

Maduro en los últimos años también cambió su relación con los empresarios, suspendió el control de precios y, hoy, el «dólar criminal», como lo calificó el presidente, campa a sus anchas en una economía dolarizada de facto.

A la ruptura del tejido económico nacional se unieron las sanciones impuestas por Estados Unidos a partir de 2017 que prohíben a Venezuela la emisión de deuda o hacer negocios con PDVSA, la petrolera estatal.

Washington considera que Maduro no es un presidente legítimo porque en las elecciones de 2018 gran parte de la oposición no participó por falta de garantías electorales.

«Se empezó a reconocer la necesidad de dejar funcionar a las empresas porque la economía estaba en el subsuelo», señala Herrera.

Billetes de bolívares.
La moneda venezolana ha cambiado de denominación varias veces, pero sigue perdiendo valor.

Explica Luis Vicente León que al no tener músculo económico ni capacidad de producir o comprar mercancías para abastecer el mercado nacional, esto obligó al gobierno de Maduro a buscar alternativas de abastecimiento en el sector privado, ajustar la política económica y dar algo de manga ancha.

Si en 2015 no encontraba harina, leche y azúcar, recuerdo cómo en junio de 2019 vi, por primera vez en años, los tres alimentos en el mismo anaquel. Eso sí, a precios inusuales y más caros que en otros países sin crisis.

También me sorprendió de esa época la naturalidad con la que la gente empezó a manejar dólares en la calle y para toda transacción mientras que, en 2010, cuando llegué al país, se transaban dólares con temor en el mercado negro.

No significa esto más bonanza.

Chávez logró reducir la pobreza a más de la mitad, según datos de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, organismo dependiente de Naciones Unidas), y reducir la brecha de desigualdad.

Hoy esa tendencia se ha revertido, según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) y es el país más desigual de América Latina.

Aunque ha habido algo de apertura económica y crecimiento, el daño en la economía es grande y, según Tamara Herrera, si no se hacen cambios profundos, seguirá en riesgo.

Fruto de la crisis económica y social, más de 7,1 millones de venezolanos se han ido del país, según cifras de ONU.

«(De Chávez) Lo más importante y que va a perdurar es el intento de empoderar a una parte importante de la población, que los más oprimidos tengan conciencia de su potencial político», dice a BBC Mundo el catedrático de historia de América e investigador principal del Real Insituto Elcano, Carlos Malamud.

De origen humilde y con una fisonomía muy criolla, contrastaba con políticos anteriores. Y lo explotó. Conectó con la población que nunca se había visto reflejada en sus gobernantes y les animó a tomar parte de la política del país, de la que antes estaban excluidos.

Jornadas masivas para hacerse la cédula de identidad o una cuenta bancaria para quien nunca había tenido ni una ni otra o participación en unidades de organización donde elevaban sus peticiones al fobierno fueron algunos ejemplos. Y esto se tradujo en apoyo y votos, algo que ha tratado de mantener Maduro con los años gracias al alto nivel de organización que mantiene el núcleo duro del chavismo.

«Es una participación muy pobre, más ficticia que real, pero el discurso de fondo es la atención social. Y la política ahora en Venezuela, incluso la opositora, para ser exitosa, necesita conectar con esa base de la población», explica León.

Y de puertas para afuera todos coinciden que Chávez puso a Venezuela en el mapa.

Hugo Chávez y Fidel Castro
Hugo Chávez y Fidel Castro.

Su carácter personalista y carismático, el interés por crear alianzas en la región como muro de contención al «imperio yanqui», «cumplir el sueño de Simón Bolívar» de unir América Latina, junto con los dádivas del petróleo, se mezclaron a favor de esto.

Su empuje fue clave para crear el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América) en oposición al ALCA (Área de Libre de Comercio de las Américas), así como Unasur y la CELAC.

Se le llamó la «diplomacia de los petrodólares».

«Se erigió en líder hemisférico y regional. Era el primero que acudía a la región (Caribe) si había una catástrofe y daba dinero», señala la historiadora Margarita López Maya.

«Este liderazgo fue posible por la asociación con Fidel Castro y la enorme disponibilidad de fondos. Sin PetroCaribe (alianza petrolera de los países del Caribe con Venezuela) y otras instancias de cooperación es muy difícil pensar que hubiera jugado ese papel», remarca Malamud.

El panorama, sin embargo, ya no es el mismo. Si Chávez recorrió kilómetros e hizo alianzas en el mundo, con el gobierno de Maduro buena parte de esto se perdió.

Hugo Chávez en la sede de la Asamblea de la ONU.
Chávez lideró la integración de la región e impulsó alianzas políticas y económicas.

No solo por la caída del poder adquisitivo, cambios de signo político en la región o la comparación con Chávez.

Con la irrupción de Juan Guaidó en 2019, que se proclamó presidente interino de Venezuela tras argumentar que el gobierno era ilegítimo tras las leecciones de 2018 al no haber cumplido los preceptos democráticos, Maduro perdió el reconocimiento de más de 60 países.

Aún mantiene viejas alianzas, como China, Rusia, Bielorrusia o Turquía y ha recuperado otras, por ejemplo Colombia, con el cambio de signo político con Gustavo Petro.

Gustavo Petro y Nicolás Maduro
Pie de foto,Petro es el primer mandatario colombiano en viajar a Caracas desde 2016.

Pero, a juicio de Malamud, Venezuela se ha convertido «en un problema para muchos países latinoamericanos por las violaciones de Derechos Humanos y políticos e incluso gobernantes de izquierda, como Gabriel Boric (Chile), lo condenan abiertamente».

Actualmente, el gobierno de Maduro enfrenta una investigación en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.

Aunque ha recuperado aire recientemente en la escena internacional con la llegada de Petro en Colombia y el regreso de Lula en Brasil, y con cierta distensión en Washington, el presidente apenas sale de su país y se centra en ganar las elecciones de 2024, en las que el mundo volverá a mirar a Venezuela.

Este fin de semana se sucedieron los homenajes del gobierno a Chávez por los diez años de su muerte.

Pese a que sigue siendo muy querido y añorado por parte de la población, otros lo culpan de ser el origen de la crisis que sufre el país desde hace años.

Mientras, en las paredes de Caracas se decoloran los afiches con la cara del comandante. Han pasado los años, el país ha cambiado y su legado también.

Aunque, como dice Margarita López Maya, «el mayor legado de Chávez es el gobierno de Nicolás Maduro».