Terrorismo.- Los odiosos paros sorpresa que promueven organizaciones del transporte pueden ser calificados, aunque suene a exageración, como acciones de naturaleza terrorista. Por su absoluta premeditación y alevosía, por su capacidad de trastornar, a un costo incalculable, la rutina laboral de miles de personas que ese día no pueden llegar a tiempo (algunos ni siquiera llegan) a sus centros de trabajo, y porque su único propósito es intimidar al gobierno, estrujarle en la cara su incapacidad para meter en cintura a un sector que, además de ineficiente por antonomasia, ha desangrado a su gusto el erario. Es evidente que el gobierno no puede impedir que esos paros se produzcan, pero también lo es que le falta autoridad y voluntad política para proteger a los ciudadanos de los abusos, atropellos y desmanes de sus auspiciadores. ¿Hasta cuándo?
Campaña sucia.- A causa de la virulencia hacia la cual ha degenerado la campaña por la candidatura presidencial en el PRD el ex presidente Hipólito Mejía está padeciendo en carne propia los efectos de una campaña negativa que bien pudiera considerarse un avance de lo que le espera si, finalmente, resulta vencedor de la convención perredeísta y tiene que enfrentarse al presidente Leonel Fernández o a cualquier otro candidato oficialista. Lo paradójico de esa campaña dirigida a erosionar la imagen pública del ex mandatario y menguar su caudal de votos, con probables efectos negativos mas allá de la convención de marzo próximo, es que sus promotores creen que con ella favorecen a quien fuera, en su condición de funcionario de primera línea, corresponsable de los aciertos y desaciertos de su administración, cuando en realidad lo que están haciendo, sin costo alguno –vale señalarlo– para el verdadero beneficiario, es el trabajo sucio del gobierno. Con razón dicen por ahí que, en política, a veces no se sabe para quien se trabaja.