Como en este país, por desgracia, ponemos el candado luego de que se produce el robo, solo después de que en los últimos días murieron 21 personas por consumir bebidas alcohólicas ilegales, fabricadas en cualquier patio o callejón sin supervisión sanitaria ni industrial, se inició una batida de la Dirección General de Epidemiología, adscrita al Ministerio de Salud, en la que se identificaron al menos dos fuentes de distribución de esas bebidas, que se comercializan a la vista de todo el mundo menos de las autoridades correspondientes.

Demasiado tarde, por supuesto, como demasiado tarde llegó también la decisión de Proconsumidor de iniciar un operativo dizque para verificar los precios, la calidad y originalidad de las bebidas que se expenden en colmados, colmadones y drinks del Gran Santo Domingo, donde en esta ocasión se ha producido la mayor cantidad de fallecimientos por su consumo, que desde el año pasado para acá se ha cobrado la vida de 238 personas.

Esa cifra, espantosa y definitivamente inaceptable en cualquier país que merezca ese nombre, indica que se trata de una amenaza a la salud de los dominicanos mucho mas letal que el covid-19, con el agravante de que no hay vacuna ni tampoco autoridad que se preocupe por proteger a quienes por ignorancia o su bajísimo precio la consumen.

Pero lo mas triste y doloroso es que cuando pase el vendaval y el tema se enfríe en los periódicos y otros medios de comunicación, pasaremos a otros problemas y preocupaciones olvidando a los que han muerto por consumir una bebida ilegal cuya fabricación, distribución y venta las autoridades solo deciden enfrentar, ponerle el candado, cuando son tantos los fallecidos que desbordan la desidia de quienes deben velar, de manera permanente, por la salud y el bienestar de todos los que habitamos bajo el cielo de esta doliente media isla, colocada –como decía el poeta– en el mismo trayecto del sol.