La campaña electoral ya se adueñó definitivamente del escenario, desplazando de la atención pública, con todos los riesgos que eso implica, la pandemia del coronavirus, que en el día de ayer, como recordándonos que todavía no nos hemos librado de sus mortales garras, tuvo su peor día con 13 personas fallecidas, elevando el total de muertes a 515 con 17,752 casos de contagio confirmados. Mientras tanto la desescalada, como diría el célebre Rodriguito, prosigue su agitado curso aunque no todos guarden la distancia social recomendada por las autoridades, hartos como estamos todos de un confinamiento para el que la mayoría, en un país pobre como lo es la República Dominicana, no estamos preparados. Por eso parece que importan poco esos muertos, que sabrá Dios cuándo pararemos de contar, a los que los políticos han desplazado de los principales titulares de los periódicos, pues aunque la campaña electoral anduvo, desde el principio, de la mano de la pandemia instrumentalizándola y politizándola, los candidatos saben que esta recta final, en la que deberán concentrarse en presentar sus propuestas y las soluciones que tienen para nuestros males eternos, será decisiva para definir el ganador de un proceso electoral al que el coronavirus ha convertido en un evento único y singular en el que todos están tropezando y aprendiendo. Eso ha obligado a mercadólogos, encuestólogos y diseñadores de estrategias a improvisar sobre la marcha, y jugar con las cartas que la crisis del covid-19 ha puesto sobre la mesa. A estas alturas no hace falta decir, porque está a la vista de todo el mundo y, si acaso alguna duda quedaba, lo confirmaron los resultados de la encuesta de la firma Mark-Penn/Stagwell, quién le ha sacado mayor provecho político, ni tampoco que lo ha hecho favorecido por los recursos generosos de un Estado secuestrado por el peledeísmo y puesto al servicio de su Penco Candidato.