Al paso que vamos, y tomando en cuenta los mas de 400 expedientes en los que se está trabajando, habrá que habilitar (no nos daría tiempo a construir uno nuevo) uno de nuestros recintos penitenciarios para alojar únicamente a los acusados por corrupción, incluyendo, por supuesto, a guardias y policías, a los que la Constitución manda medir con la misma vara que a los civiles que se equivocan apropiándose del dinero público.

Sé que estoy exagerando y que lo que digo es mas producto del deseo, de las ganas de ver, como tantos de mis conciudadanos, que por fin se empieza a perseguir y someter a la justicia a los corruptos del pasado gobierno y del que recién se estrena (que parece no quieren perder tiempo), que de la realidad de un Ministerio Público que trabaja con muchas limitaciones y un gran cúmulo de trabajo atrasado que desafía la voluntad de su equipo de fiscales.

Pero cuando les recuerde que ayer se inició el conocimiento de coerción a los nueve acusados del fraude en la Lotería Nacional, que provocó pérdidas a las bancas de apuestas por mas de 500 millones de pesos (mal contados, porque la investigación está en curso); y que el día anterior, martes, se presentó formal querella contra 25 empresas y 15 personas acusadas de estafar al Estado, a través de las Edes, con alrededor de 20 mil millones de pesos, entenderá porqué utilicé una hipérbole para iniciar esta columna.

Aunque lo cierto es, como hemos podido comprobar al conocer las cantidades envueltas en los casos Antipulpo, Caracol y Coral, que las dimensiones que alcanzó la corrupción en las administraciones peledeístas (las de Danilo y las de Leonel, que aquí no hay corruptos favoritos ni aliados) supera cualquier hipérbole o exageración maliciosa.

Pues aunque se sabía y se veía (la famosa auditoría visual) que en la administración pública se estaba robando a dos manos y algunos hasta con los pies, pocos imaginaron que el latrocinio llegó a los niveles que hemos visto. Y lo que falta.