Los periódicos dedicaron ayer amplios reportajes a destacar las hazañas delictivas que convirtieron a César el Abusador, prófugo desde el pasado 20 de agosto, en el narcotraficante mas importante del continente americano después del mexicano Joaquín (El Chapo) Guzmán. Son palabras mayores, por supuesto, pero eso no quiere decir que no se correspondan con la verdad, sobre todo después de leer en uno de esos periódicos que su red operaba con un grado de complicidad en el Estado como jamás ningún otro narcotraficante lo ha tenido en el país.
Es lo que explica que operara durante casi veinte años sin mayores contratiempos pero de ninguna manera gratis, pues tuvo que pagar millones de pesos en sobornos a oficiales de los cuerpos armados dominicanos según las autoridades norteamericanas, pero de seguro no fueron los únicos.
Es muy probable que, gracias a esos sobornos y las complicidades que generó, haya sido alertado con anticipación del gran operativo de persecución desatado por el Ministerio Público en su contra, lo que le ha permitido, hasta el sol de hoy, mantenerse fuera del alcance de las autoridades que dicen perseguirlo por aire, mar y tierra. Mientras esa persecución, luego de varios allanamientos tan aparatosos como fallidos, parece estar perdida en su laberinto, el expediente acusatorio contra los integrantes de la red que supuestamente dirigía exhibe preocupantes debilidades, como lo evidencia el hecho de que una “pieza clave” de la red delictiva recibió libertad pura y simple de parte del juez. Y como los malos pensamientos son libres, ya hay gente convencida de que esas “debilidades”, al igual que el oportuno aviso de que pusiera pies en polvorosa, son parte de la protección que César el Abusador pagó de manera generosa durante tantos años.