Es verdad. El presidente Luis Abinader no puede ni debe imponer sus criterios personales sobre el aborto y las tres causales a los legisladores de su partido y mucho menos al Congreso Nacional, un poder independiente del Estado; al menos en teoría, cuando esa independencia es una conveniente coartada a la que es necesario invocar.
Pero a muchos ciudadanos y ciudadanas nos hubiera gustado que utilizara su liderazgo para recordarle a los legisladores de su partido que durante la campaña electoral se comprometieron públicamente a ofrecerle su apoyo a las tres causales que lo decente, lo políticamente correcto y coherente es honrar ese compromiso por respeto a sí mismos, al partido que los llevó a una curul en el Congreso Nacional y a los electores que les confiaron sus votos.
Oportuno es recordarle, además, que dejando en libertad a los legisladores para que voten según sus intereses o sus creencias religiosas, una excusa generosa que les proporcionó el mandatario para que puedan justiticar faltar a su palabra sin consecuencias, no se podrá lavar las manos ni quitarse el problema de encima como quien espanta a una mosca.
Porque como bien le advirtió ayer Servio Tulio Castaños Guzmán, Vicepresidente Ejecutivo de Finjus, no podrá eludir su responsabilidad cuando tenga en sus manos el Código Penal sin las tres causales, como se proponen aprobarlo los legisladores, y le corresponda decir la última palabra observándolo o aprobándolo en atención a sus facultades constitucionales. ¿Qué primará en esa decisión?
¿Su opinión personal, que no puede separar, como ahora pretende, de su condición de Presidente de la República? ¿O se impondrá el respeto hacia unos legisladores que desoyeron la posición oficial de su partido y engañaron a sus electores? No quiero estar en su presidencial pellejo ese día, cuando tenga que tomar una decisión que, sea cual sea, dejará a muchísima gente insatisfecha y enfadada dispuesta a cobrarle caro la afrenta.