Nadie puede culpar a este gobierno si, además de deshacer los entuertos de su antecesor, copia o replica lo que a este le funcionó, pues ya se sabe que en todo lo malo siempre hay algo bueno, que por algo el PLD gobernó 16 de los últimos veinte años.
La publicidad, por ejemplo, en lo que invirtieron cifras astronómicas los gobiernos peledeístas, que creían en el valor de la propaganda y la importancia de influir (y si es posible manipular) la opinión pública.
Particularmente no me sorprendí cuando leí que la Dirección General de Comunicaciones de la Presidencia declaró de urgencia la licitación para la contratación de publicidad, por valor de 25 millones de pesos, sobre los primeros cien días del Gobierno, un gasto difícil de justificar en medio de la crisis generada por la pandemia que ha descalabrado nuestra economía, a tal punto que el presidente Luis Abinader llegó a decir (ahora sabemos que hablaba en sentido figurado) que recibió un país quebrado.
Es lo que explica que la licitación haya recibido una lluvia de críticas que, evidentemente, no lograron detener la campaña, que ya está en los medios de comunicación, y hay que agradecer que desde el Palacio Nacional no saliera un gracioso (o graciosa) a teorizar sobre su pertinencia y utilidad.
Porque lo primero que tendría que hacer es demostrar en qué beneficia a los ciudadanos que nos digan y nos repitan, desde la mañana hasta la noche, que en sus primeros cien días el Gobierno cambió esto, aquello y lo otro, si realmente ha pasado tan poco tiempo que no hay forma de saber si esos cambios van a durar lo suficiente como para que podamos disfrutarlos.
Tampoco me sorprendería si pone a funcionar sus propias bocinas o alquila las que dejó el PLD, ni que descubra una “razón de Estado” para justificar el dispendio de dinero público en publicidad y propaganda, que como bien demostraron los peledeístas a la larga equivale a tirar todo ese dinero por un desaguadero.