En tiempos como los que estamos viviendo, en los que ejercer la política resulta tan costoso, es más importante la profundidad del bolsillo de un aspirante a un cargo electivo que sus cualidades morales, sus competencias profesionales o su vocación de servicio, por lo que el dinero contante y sonante es el oxígeno que permite a los partidos políticos existir, fortalecerse y crecer de cara a su propósito de alcanzar el poder.
Es lo que explica el júbilo con el que en la Fuerza del Pueblo fue recibida la decisión del Tribunal Superior Administrativo (TSA) de anular la resolución de la Junta Central Electoral (JCE) que estableció que los partidos Revolucionario Moderno (PRM) y el de la Liberación Dominicana (PLD) son los únicos mayoritarios, con lo que según el expresidente Leonel Fernández “se consolida la democracia, se fortalece el sistema de partidos y se hace justicia”.
La decisión del TSA que incluye a la Fuerza del Pueblo, que apenas obtuvo el 4.54% de los votos en el pasado proceso electoral, en el exclusivo club de los partidos mayoritarios le da derecho a repartirse, junto al PRM y el PLD, el 80% de los recursos públicos destinados a las organizaciones políticas en el Presupuesto Nacional.
Y como los hechos hasta ahora han demostrado que la Fuerza del Pueblo crece y se fortalece debilitando al PLD, una dinámica propia de las crisis divisionistas que ya vimos en el caso PRD-PRM, es lógico suponer que a la cúpula del partido morado, que no ha vuelto a levantar cabeza desde que se iniciaron los apresamientos como consecuencia de los procesos por corrupción que capitanean Camacho y Yeni Berenice, no le cayó nada bien que los hayan metido en el mismo globo del que es, hoy por hoy, su principal enemigo.
Pero la suerte de unos, como se ha visto ya tantas veces en la vida y en la política, para otros es una fuente de calamidades y desgracias. Que nunca vienen solas, como acaba de confirmar la dirigencia peledeísta con la decisión del TSA.