Mas que renovación del PLD y sus estructuras dirigenciales, anunciado objetivo del IX Congreso José Joaquín Bidó Medina, debería llamarse la renovación del expresidente Danilo Medina, que vio fortalecido su control del partido morado, o lo que queda de esa formidable maquinaria electoral luego de la salida del expresidente Leonel Fernández, con la elección de varios exfuncionarios de su gobierno en el Comité Central.
Pero cuando ponemos atención y nos fijamos bien nos damos cuenta de que la palabra renovación no es la apropiada, pues renovar implica cambiar lo viejo por algo nuevo, y en el caso del Comité Central lo que se hizo fue ampliar su matrícula hasta los 1,040 miembros, convirtiéndolo en un macro organismo de dudosa operatividad y funcionalidad.
Casi lo mismo que guardar vino nuevo en odres viejos, solo que mucho peor. Aunque es probable, conociendo al guionista del congreso peledeísta, que eso sea, precisamente, lo que se persigue en un partido de naturaleza caudillista en el que, a pesar del disfraz democrático, lo que diga Danilo es lo que va.
Por eso hay gente cuestionando, con calificativos muy duros, la mascarada con la que el expresidente amarra los cabos sueltos que le permitirán convertir el PLD en el resguardo necesario en caso de que, judicialmente hablando, las cosas se compliquen, y la sombra protectora del Parlacen no sea suficiente.
El último de esos cabos sueltos quedará atado, y bien atado, cuando sea escogido presidente de la organización, cargo que nadie le disputa ni le disputará, pues en el gallinero del PLD, como ya quedó demostrado, solo cabe un gallo, aunque sea pelón y no le guste cantar. Pero el show debe continuar, por lo que hay que dejar que los peledeístas le entreguen el timón a quien los llevará derechito al despeñadero por donde ya cayeron el PRD y el PRSC, pues a quien por su gusto muere solo hay que desearle suerte y que le vaya bonito.