Parece sabio e inteligente, por parte del gobierno, diseñar su plan de seguridad ciudadana partiendo de lo que no funcionó en esfuerzos similares de los gobiernos peledeístas, que a pesar de la grandilocuencia de los nombres con los que fueron bautizados, y la ruidosa fanfarria con la que fueron anunciados al país, no resolvieron el problema de la delincuencia que nos acosa las 24 horas del día robándonos el sueño y la tranquilidad.
También se lanzó con gran fanfarria, en un concurrido acto celebrado en el Palacio Nacional, el Plan de Seguridad Ciudadana del Gobierno del Cambio, que tiene como sus pilares principales la reducción de las armas ilegales en las calles, la proteccción de la mujer y la disminución de los accidentes de tránsito.
Pero en esta oportunidad, según lo que explicó el Ministro de Interior y Policía, Jesús Vásquez, se empoderará a las bases de la sociedad (organizaciones comunitarias, juntas de vecinos, iglesias y clubes culturales, entre otras) de este ambicioso esfuerzo, y también se evitará la dispersión de acciones de los organismos involucrados, que a su juicio llevó al fracaso a los planes anteriores.
Ojalá sea verdad tanta belleza y que esta vez las cosas funcionen, que las calles vuelvan a ser seguras y que no tengamos que mandar a todos los santos conocidos detrás de nuestros hijos cuando salen a divertirse por las noches, un deseo que todos compartimos.
Pero más allá de nuestros deseos serán los resultados los que dirán si esta vez será diferente, si en esta ocasión las autoridades no se cansarán demasiado pronto de un esfuerzo tan costoso, como ya ocurrió antes, pues la guerra contra la delincuencia, principal responsable de la inseguridad que respiramos, será tan larga como el tiempo que nos tome impactar en sus causas. Y si nos cansamos antes de resolver el problema, si bajamos la guardia y nos damos por vencidos, iremos derechito al caos donde lo perderemos todo antes de que alguien pueda gritar sálvese quien pueda.