La historia de nuestros exiliados es triste y dolorosa. Y también larga, porque empezó con el Padre Fundador, Juan Pablo Duarte, víctima de la inquina de las fuerzas conservadoras que hasta el sol de hoy han impuesto su ley en nuestra sobresaltada vida republicana.
Desde entonces son incontables los dominicanos y dominicanas que han tenido que dejar atrás hogares, familias y amigos para no ser borrados del mapa por la intolerancia de nuestras numerosas dictaduras.
Y aunque a estas alturas ya es evidente que la democracia, con sus virtudes y defectos, llegó para quedarse, parece que también la pobreza y el subdesarrollo que la acompaña, aportando su cuota de exiliados económicos, esos que ahora llaman la diáspora.
Pero aún esa imperfecta democracia está obligada a reaccionar cuando un ciudadano denuncia que para evitar que un coronel de la Policía cumpla su amenaza de matarlo si continuaba reclamando justicia por la muerte de su hermano, que asegura fue asesinado por una patrulla policial delante de su mujer y sus hijos, tuvo que huir a Francia, donde sus autoridades le concedieron asilo.
El testimonio de Alberto Carmona, quien entre sollozos declaró que quiere regresar a su país para atender a su madre enferma y a los siete hijos que dejó en la orfandad su malogrado hermano, ha conmovido a todo el que ha visto la entrevista que le hicieron Huchi Lora, Edith Febles y Carolina Santana, pero también ha provocado indignación, pues se trata del mismo coronel vinculado al asesinato de una pareja de esposos evangélicos acribillados por una patrulla policial en Villa Altagracia.
Es posible que luego de su apresamiento Alberto Carmona se anime a regresar de su exilio sin el temor de que le den pa´bajo, como ya le ocurrió a miles de jóvenes que allá en los barrios han sido víctimas de intercambios de disparos, léase asesinados a sangre fría a manos de una Policía que constituye una vergüenza para cualquier democracia.b