Por más vueltas que le doy no le encuentro lógica ni sentido a la explicación ofrecida por el director de la Policía Nacional, el mayor general Edward Sánchez González, a la emboscada en la que seis agentes de la institución acribillaron a una pareja de esposos evangélicos, pues nadie cree que el robo de una pasola fuera el motivo de que se ignoraran todos los protocolos y se abriera fuego sin mediar palabras contra el carro en que viajaban junto a otras dos personas.
La versión resulta más inverosímil cuando se recuerda que la explicación que se ofreció al producirse el hecho fue que se había cometido un asalto en Bonao y que los responsables andaban en un carro de la misma marca y color, por lo que se montó un retén en la autopista Duarte para interceptar a los supuestos asaltantes.
Pero de manera extraña y sospechosa la institución del orden nunca dijo quiénes fueron las víctimas de ese supuesto asalto ni en cuáles circunstancias se produjo, hasta que el mayor general Sánchez González sorprendió al país y a su entrevistadora, Alicia Ortega, con el cuento de la pasola que nadie con un mínimo de sentido común ha creído ni creerá.
¿Por qué dio como buena y válida una versión de lo ocurrido llena de agujeros e incongruencias?
Es lo que muchos ciudadanos se están hoy preguntando, pues resulta difícil aceptar que el joven oficial sea tan cándido para creer la versión de su Departamento de Asuntos Internos, y que la dé a conocer a la opinión pública sin medir las consecuencias.
Para colmo, el siniestro pedigrí del coronel que ordenó el operativo complica aun más las cosas, pues nadie ha explicado porqué estaba en la Policía a pesar de haber sido expulsado de la DNCD acusado de negociar la droga que incautaba, entre otras infracciones que incluyen denuncias de ejecuciones extrajudiciales, lo que refuerza el generalizado convencimiento de que la institución es una guarida de criminales con uniforme.