FIDELIO DESPRADEL
Basta leer los trabajos del ejército de columnistas, periodistas, intelectuales al servicio de las tantas ONGs que reciben cuantiosos recursos de instituciones y gobiernos extranjeros, y de los dueños locales del país, para formarse una idea de la gravedad y la amplitud de los problemas que aquejan a nuestra sociedad. Muchas y muchos de estos intelectuales tienen, a lo sumo, un horizonte liberal; quisieran que este capitalismo sea menos salvaje, evitando así verse forzados a asumir un tono crítico que haría peligrar su cómoda posición.
Para ellos y ellas, la cancelación de una visa USA, ser excluidos de las fiestas y de la suculenta mesa de los vencedores, o perder los favores de las migajas que estos reparten a raudales entre quienes adornan con rosas el camino que está conduciendo al precipicio a toda la Nación, son precios que estos intelectuales no están dispuestos ni dispuestas a pagar. Todos y todas prefieren perder la dignidad y el decoro, y buscar paliativos superficiales para contrarrestar los llamados de sus ya rendidas conciencias.
Pero con tan solo escucharlos en los medios que tienen a su disposición, así como su «grito» para que se controlen los «excesos» del tigueraje de sus políticos, de sus congresistas, jueces, y de los mas encumbrados jefes de empresas; con solo esto, repito, basta para que cualquier mortal pueda formarse una idea de la pendiente hacía donde está siendo precipitada la Nación Dominicana.
Nuestro problema es: ¿Cómo actuar para despertar las inmensas reservas morales y políticas de nuestra Nación? ¿Qué instrumentos?; ¿Qué trillos y caminos? podemos y debemos articular para que estas reservas puedan volver a confiar en que es posible construir otro futuro, y que es posible, por tanto, arrojar al zafacón a la cúpulas políticas, a los congresistas, jueces, y a los reducidos grupos sociales que dominan la vida económica, política y social de la República Dominicana, para Cambiar el Rumbo del País.
Fíjense que hablo de «instrumentos»; hablo de «trillos y caminos». No se me ocurre proponer que nos juntemos un grupo de «notables» y de «cojonudos», que elaboremos uno, cinco o diez documentos y que se los propongamos al país como la panacea. ¡No!: ¡De «soluciones» de este tipo esta empedrado el largo y doloroso camino de fracasos que los sectores progresistas y de izquierda hemos acumulado en los últimos veinte y más años! Lo que hemos «aprendido» en las últimas décadas, y quizás, lo que se nos ha tratado de vender como la experiencia de otros tantos procesos en otros países y continentes, nos empujan hacía este nuevo fracaso.
¿Cómo podemos, entonces, devolverle la esperanza a los centenares de círculos, grupos, colectivos, que existen en toda la geografía del país? ¿Cómo podemos desafiar a los sectores sociales que resisten, a «hacer» las cosas en otra forma; a ganarse la confianza de las gentes que los observan, en base a cambiar las prácticas hacía donde nos conduce la cultura que se nos ha impuesto? ¿Cómo podemos establecer mecanismos de coordinación de cada movimiento de resistencia, superiores y superadores de las prácticas artesanales que hoy prevalecen, sin excepción? ¿Cómo podemos inducir un «orden» donde los individuos ineptos, de moral y etica contraria a nuestros objetivos, no puedan seguir capitalizando el movimiento de resistencia? ¿Qué iniciativas podemos tomar para que este tigueraje seudo progresista, que monopoliza hoy el grueso del movimiento, pase a segundo plano, como pasó en los «años de luz», donde lo progresivo tenía una alta connotación ético-moral y una firmeza a toda prueba, que le permitió hegemonizar el movimiento de lucha y resistencia?
¡Eso es, con mayúsculas, el problema! ¿Acaso tengo respuestas mágicas a estas vitales interrogantes? Confieso que el problema es muy complejo. Y planteo que si no es asumido en su complejidad, ¡no hay forma de cosechar éxitos!:
Instrumento es poner al servicio del movimiento un mecanismo para garantizar «el análisis y seguimiento de la coyuntura local, nacional e internacional» y garantizar que ese mecanismo no sea excluyente, vanguardista y negador de las cosas, personas y procesos «realmente existentes». Instrumento es garantizar que el movimiento de resistencia «tenga números en la cabeza»; que el enemigo no siga teniendo el monopolio de «los números» y de los procesos, como hasta ahora pasa. Instrumento es abrir las puertas, y crear herramientas, para una interacción con todo el movimiento; con todos los sectores que de alguna forma se ven compelidos a resistir los dictados de los regenteadotes del Modelo actual. Instrumento es propiciar mecanismos de coordinación efectivos, no solo al servicio del grupo o sector particular donde cada uno de nosotros milita, sino al servicio de todo el movimiento, para hacer cada vez mas eficiente su accionar y su resistencia.
E instrumento es garantizar, como pasaba en los principios de los 60s, y en todos los 70s, que lo progresivo, lo de izquierda, lo cuestionador, supere su artesançia, su orfandad teórica y documental, y empiece a competir, de «tu a tu», con los intelectuales orgánicos del modelo que empuja a la Nación y al pueblo, hacia el precipicio.