Cuando la magistrada Angélica Castillo narró en un video que colgó en las redes, que la habían llamado del Departamento de Seguridad del banco en el que ella maneja su cuenta y le pidieron incluso el número de la tarjeta de claves, es para pensar donde resguardarnos en un mundo donde estamos al desnudo.
Ella cuenta que le dieron datos precisos, incluyendo las transacciones que había hecho en los últimos días, a quiénes se las había hecho y datos tan personales como el teléfono a donde debía llamar para verificar la veracidad de lo que les estaban informando. Efectivamente, ella llamó por otro teléfono y le salió la misma voz del banco, pero cuando le pidieron un número concreto de la tarjeta de claves, reaccionó, y dijo, “pero eso ustedes lo saben”, y decidió llamar a alguien del banco que la puso a hablar con la verdadera plataforma de seguridad.
Le dieron datos precisos y tan específicos, narra en el video la magistrada, que por poco cae y se hubieran quedado con su dinero.
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Muchos casos como esos se registran a diario, incluyendo transacciones de compra y venta donde una red opera en complicidad con personas, lugares donde realizan hasta mudanzas, con el agravante de que nunca aparece lo robado y mucho menos los delincuentes.
El pasado año fui víctima de un hackeo al celular, lograron que familiares y amigos hicieran transacciones a cuentas que son investigadas, pero sin ningún resultado. Se dijo que son reclusos de las diferentes cárceles donde operan “estaciones” para el fraude.
Los organismos encargados de la persecución del “ciberdelito” se refieren a una especie de ingeniería social que realizan los delincuentes donde encuentran sus presas. En el sistema bancario le llaman “Phishing” o pescadores informáticos que salen todos los días a pescar personas a las que les pueden robar a través de la sustracción de sus datos personales para obtener información, como número de tarjetas, contraseñas y otros engaños.
Sabíamos de muchos casos de robo, pero el que narró la magistrada Castillo, es muy novedoso, implicando incluso a la seguridad del banco, con teléfonos y otros datos que se supone solo el banco maneja.
Se trata de una aplicación que poseen los delincuentes en la que están contenidas los datos de los clientes. ¡Esto es muy grave! Es que no solo manejan el dato de una persona, es el de todos los relacionados y ahí estriba el riesgo, porque si mi hermano o mi mejor amiga me pide una información, seguro que gentilmente se la voy a ofrecer.
Es de rigor que haya una campaña masiva de información por parte de los bancos, las autoridades y de las organizaciones sociales para que los datos de las personas no sean ofrecidos a nadie ni por nadie. El riesgo está en el dinero, es lo que los delincuentes buscan.
Tenemos una ley de protección de datos, la 172-13, pero las leyes quedan obsoletas ante el avance de la era tecnológica, que ha proporcionado un nuevo modelo de delincuentes que van algunos pasos adelante respecto a las leyes y las regulaciones. Lo sabio, lo inteligente es que nosotros mismos como personas cuidemos nuestros datos personales. Cuando ocurre el delito nadie nos socorre, así que la ley que dice “sálvense quien pueda” hay que aplicarla con rigor.