El Comité Olímpico Internacional (COI), máxima organización deportiva no gubernamental a nivel global con más de un siglo de existencia, en las últimas décadas ha solidificado su hegemonía en los cinco continentes, incrementando extraordinariamente sus ingresos en los Juegos Olímpicos, gracias a la gestión multimillonaria de patrocinio comercial, la venta de entradas y el auge de la televisión galáctica.
El COI es el encargado de supervisar y administrar todo lo concerniente al magno evento multideportivo y es el dueño de los derechos de transmisión, la publicidad y demás actividades de acuerdo a la Carta Olímpica, documento que enarbola la filosofía y principios fundamentales del influyente movimiento que dice procurar en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu, asociado a la cultura y la educación.
Pero que también al plantear un tipo de competencia de alto nivel de carácter agonístico en procura de records, arrastra diversas secuelas como el gigantismo excesivo y la hiperprofesionalización, y en el peor de los casos la corrupción, el dopaje y el escándalo.
Desde la generalización de las políticas neoliberales que reducen la participación del Estado en la regularización de la economía y la esfera social, el COI ha modificado la estrategia de esta actividad, en función de la optimización de las ganancias, usufructuando uno de los negocios más lucrativos y rentables en cualquiera de la esfera productiva y de servicios.
¿Quiénes mandan en el COI?
La Comisión Ejecutiva del COI es la única instancia competente para proponer una candidatura a la sesión de la asamblea plenaria de los miembros, está compuesta mayoritariamente por representantes de naciones industrializadas del primer mundo y las emergentes. Es una elocuente razón para saber porqué las mismas arrasan con el medallero de los Juegos Olímpicos. Los integrantes provenientes de las naciones pobres o en vías de desarrollo tienen muy poca incidencia en las decisiones donde las naciones desarrolladas ponen las reglas del juego al contar con mejor alimentación, educación, tecnología y ciencias aplicadas al deporte.
La actual Comisión Ejecutiva tiene una matrícula de 15 integrantes, encabezada por el alemán Thomas Bach, como presidente, cuatro vicepresidentes, un director general y el resto son miembros ejecutivos. En esta directiva solo hay un representante de una nación de América Latina, el guatemalteco Willi Lujan. Los demás pertenecen a Estados Unidos, Australia, España, República de China, Suiza, Turquía, Irlanda, Ucrania, Suecia, Singapur y Bélgica.
El pasado 15 de septiembre, el sector deportivo recibió con beneplácito y alegría la elección del Presidente del Comité Olímpico Dominicano, Luis Mejía Oviedo, como nuevo miembro del COI dentro de un grupo de ocho personas de distintas nacionalidades, que fueron elegidos para engrosar el listado de 105 miembros activos con tal distinción, siendo la segunda vez que un dominicano logra ese estatus. El primero fue Roque Napoleón Muñoz. Es decir, que más de medio siglo después del país debutar en los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964, sólo dos quisqueyanos han logrado ese objetivo.
El numeral 9 de la Carta Olímpica, al definir los Juegos Olímpicos dice que: “Son competencias entre atletas, en pruebas individuales o por equipos, y no entre países.” Desde hace mucho se tornó una lucha entre naciones por la identidad nacional, con respaldo de los gobiernos, una confrontación que alcanzó su máxima expresión en las décadas del 50, 60 y 70 cuando en los Juegos Olímpicos se enfrentaban el bloque oeste encabezado por los Estados Unidos y el bloque Este, liderado por la Unión Soviética.
El Presidente del COI tiene potestad para constituir distintos tipos de comisiones; en la actualidad suman más de 20 destacándose las siguientes: Comisión de ética, comisión de atletas, comisión médica y científica, comisión de marketing, comisión de solidaridad olímpica, comisión de la mujer, entre otras. Ser encargado de una de esas comisiones sería un gran logro para desde allí impulsar iniciativas, pero quizás sería mucho pedir.