Todos los periódicos hablaban ayer de la próxima novedad en nuestras avenidas y carreteras: los radares digitales, con los cuales la Digesett podrá detectar a los conductores que transitan a exceso de velocidad, pero no será necesario detenerlos para fiscalizarlos ya que los nuevos dispositivos enviarán la señal, de manera automática, a la central que administra el sistema, desde donde notificarán a los infractores las multas que pagarán.
Aunque en principio funcionará como una plan piloto porque todavía no hay suficientes radares digitales, el gobierno espera que con esta iniciativa se produzca una reducción significativa de las infracciones por exceso de velocidad y de los accidentes fatales. Es por eso que el director de la Digesett, el general Francisco Osorio Cruz, está invitando a los conductores a respetar los límites de velocidad establecidos y utilizar las vías con responsabilidad, recordándoles que la seguridad vial es un compromiso compartido en el que todos debemos hacer la parte que nos corresponde.
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Una gran verdad que, por desgracia, demasiados conductores que andan por esas calles de Dios desconocen o simplemente ignoran porque no les importa, y la única manera de que lo hagan es aplicándoles con dureza la Ley de Tránsito, lo que ha faltado y sigue faltando. Estos radares digitales podrían ayudar a las autoridades en ese propósito cuando estén operando a plena capacidad en todo el territorio nacional, y los infractores puedan ser notificados en sus casas; que se les multe y, sobre todo, que se les pueda cobrar.
No quiero ser negativo ni aguafiestas, pero en un país donde los que hicieron la ley hicieron también la trampa hay que rogar para que no pase lo que ya ocurrió con las multas falsas impuestas por agentes de la Digesett a miles de ciudadanos, muchos sin vehículos y otros que ni siquiera sabían manejar, porque a uno de sus jefes se le ocurrió imponerles cuotas que debían cubrir aunque se las inventaran, que fue lo que efectivamente hicieron. Crucemos los dedos.