«La distracción, la diversión, es algo consustancial a la vida humana; no es un accidente, no es algo de lo que se pueda prescindir. Y no es frívolo el que se divierte, sino el que cree que no hay que divertirse”, José Ortega y Gasset.
En consonancia con esta reflexión del filósofo español, asistir al teatro a divertirse no es una frivolidad, y cuando la obra a disfrutar es una comedia negra, género próximo al tragicómico, de tono satírico, en el que la muerte es tratada con tono humorístico, la puesta en escena de la obra “Radojka”, de los dramaturgos uruguayos Fernando Schmidt y Christian Ibarzabal, llevada a escena por su director Guillermo Cordero, es una opción que no pueden perderse.
El rocambolesco argumento de “Radojka” nos cuenta la situación en que se encuentran dos mujeres – Gloria y Lucía– de más de cincuenta años, cuyo trabajo consiste en cuidar a una anciana extranjera, de origen serbio, y que de repente se ven sin salario tras la repentina muerte de la anciana.
El impacto y la desesperación las agobia, es difícil a sus edades encontrar otro trabajo. Entonces Gloria elabora un plan maquiavélico, no tiene muchas opciones, pero sí gran imaginación. La muerte de la anciana, acaecida en una bañera, como una paradoja, se convierte en una posibilidad de mejorar su calidad de vida; todo vale, no piensa en las consecuencias, los valores de la sociedad actual poco importan. Gloria no tiene dudas y le expone su plan a Lucía, mujer tímida y temerosa, aparentemente ingenua, que finalmente se deja llevar…el fin justifica los medios, todo transcurre en tono de comedia negra que nos atrapa y divierte.
El espacio escénico, diseñado por el siempre eficiente Fidel López, recrea el apartamento de la anciana, pletórico de hermosos elementos, son una especie de metáforas de una larga vida.
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Las actrices en medio de este espacio limitado evolucionan, crean su propio espacio lúdico.
María Castillo es Gloria, estamos acostumbradas a verla en obras dramáticas, pero como la gran actriz que es, asume la comedia con propiedad; explora las posibilidades que le brinda el personaje y lo proyecta con verosimilitud, y con el gesto facial elocuente acompaña cada frase cargada de fina ironía, dicha con gracia y precisa entonación, provocando la risa contagiosa. Para ella no hay géneros, ni papeles pequeños, María Castillo en todos deja su impronta.
El personaje de Lucía, interpretado por Aidita Selman, es tan real que convence, logra la empatía con el público. Permanentemente evocando a su madre, algo que fastidia a Gloria, y a su hijo exconvicto. Es, sin embargo, una simuladora, y haciendo uso de múltiples recursos actorales consigue engañar.
Alejada de los escenarios por mucho tiempo, Aidita regresa y nos sorprende, creemos que de nuevo ha encontrado ese lugar común, entrañable, al que ha estado ligada por mucho tiempo, la escena teatral. Entre las dos actrices hay sinergia, equilibrio, se complementan.
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El plan de Gloria se ve amenazado, la llamada del hijo de Radojka, quien la sostiene económicamente, exigiendo hablar con su madre lo cambia todo, se produce entonces una escena impactante, Radojka que ha permanecido congelada por mucho tiempo, aparece en una silla de ruedas. Miriam Bello es Radojka, y hace del silencio y la rigidez mórbida, con caídas provocadas por el movimiento de la silla, elementos elocuentes, esenciales, produciendo una escena excepcional y es que Miriam Bello es una artista polivalente.
El final es sorprendente, inesperado. Con prudencia, Guillermo Cordero dosifica el ritmo de la obra, y en perfecta sintonía logra la unificación de los elementos: la música, la escenografía y la excelente iluminación de Lillyanna Diaz– que enfatiza momentos como aquel en el que se ve la sombra de un hombre ¿el hijo de Radojka o el de Lucía?, logrando el director junto a las actrices, una excelente puesta en escena de Radojka, comedia negra llena de ingenio, hilarante de principio a fin.
Hay enigmas aún por descubrir, asista a la Sala Ravelo y descúbralos al tiempo de disfrutar de una obra de teatro entretenida.