El gran olvidado” aún permanece sepultado. Uno de sus hijos rescató su nombre, sus obras inéditas y las dispersas en conocidos periódicos y revistas de su tiempo, preparó un voluminoso libro, listo para la imprenta, pero lo archivó. Todavía pocos saben qué hizo, quien fue Rafael Andrés Brenes Pérez.
Mario Emilio Sánchez Córdova y Margarita Piñeyro de Sánchez realizaron un impresionante trabajo de búsqueda y compilación. Iván García Guerra y Gisela Guerrero, de corrección. Pedro Vergés lo leyó y exaltó al literato por sobre el poeta, historiador, costumbrista, abogado y el servidor público que estuvo entre los miembros del Postumismo, los fundadores del semanario Bahoruco, mantenía correspondencia con reconocidos intelectuales hispanoamericanos y hablaba cuatro idiomas.
Breno Brenes Guridi, quien se propuso sacar a su padre de esa postergación desde 1966 cuando dio a la luz una de sus obras póstumas, cuenta que estando recientemente en lecho de muerte se encontró en un túnel en el que observó cuatro personas vestidas de blanco, una de las cuales presiente que era su progenitor, pues no vio sus facciones. Narró lo sucedido a un sacerdote de su confianza y este le manifestó que le habían dado una oportunidad. “Por eso tengo que empezar a unir lo que está suelto”, confesó, y uno de esos propósitos sin cumplir es este libro que antes de morir le encargó su madre Altagracia Guridi porque si rica era la biblioteca de Brenes Pérez, más voluminoso era su archivo.
Brenes Guridi publicó uno de los libros que el suicidio de su papá impidió llevar a la imprenta, La Casona, con prólogo de Vigil Díaz y a cuya puesta en circulación asistió su madre que se llevó a la tumba esa satisfacción. Domingo Moreno Jimenes, amigo íntimo del autor y compañero de generación, lo presentó en un acto concurrido. Rafael Andrés, quien acabó con su vida el cuatro de febrero de 1950, solo había publicado “Sombras”, en 1927.
Representó “el primer paso para la historia de El gran olvidado”, significa Breno.
Los trabajos de Rafael Andrés Brenes Pérez tienen hasta los créditos. El libro, de 581 páginas estaba pautado para ser impreso en Alfa y Omega. Lo compuso Arsenio Estrella. La diagramación es de Ana Aurelia Báez S. Contiene poesía, cuentos dominicanos, perfiles y crítica literaria, ecología, prosa, epistolario literario y político, biografías y tres libros breves.
La trama de “La Casona”, que se incluye como segunda edición, discurre en el último Gobierno de Ulises Heureaux. Es un esbozo sociológico que diferencia la idiosincrasia capitaleña de la cibaeña, concretamente la de los habitantes de Santo Domingo y Santiago, con un predominio tácito de la dominicanidad, característico de las obras de Brenes, apuntó Sánchez Córdova.
Lo considera didáctico, que enseña parte de la geografía nacional, folclor y tipos y costumbres populares. Plantea diferencias de los movimientos intelectuales y publica semblanzas que lo distinguen “como un crítico independiente, justo y valiente”, agrega.
EL GRAN OLVIDADO
Iván García Guerra fue también investigador y excelente escritor de la genealogía de Brenes Pérez, hijo del doctor Rafael Andrés Brenes Ruiz (Suso), quien se destacó por su generosa y activa participación en la epidemia de viruelas.
Expresa que ha querido saber de la vida de Rafael Andrés Brenes Pérez y no es mucho lo que ha logrado. Empero, dedica 13 páginas a su biografía familiar en un capítulo llamado Creación y vida.
Después vienen opiniones sobre el escritor publicadas en revistas literarias con las firmas más autorizadas, y otras ediciones de Sombras (1927) y La Casona.
En Sombras, Valentín Tejada se refiere a Brenes Pérez como “el revolucionario poeta postumista poseedor de la más envidiable cualidad de poder vaciar en cada manifestación chorros de bellezas surgidas del secreto de su estética”. Son sus versos iniciales, cargados de dolor y lamento.
El gran olvidado incluye un capítulo dedicado al movimiento postumista del que se alejó Brenes al final de sus días pidiendo que se hablara de “la obra de los otros, con la que se confundió la mía bajo la sombra amable del postumismo”. Tiene el Manifiesto Postumista y poemas suyos de esa corriente publicados en Blanco y Negro, Listín Diario, Bahoruco, Analectas. A continuación se insertan poemas de otras tendencias aparecidos en Rachas, El día estético y otros inéditos.
En los perfiles literarios describe con sencillez y atractivas pinceladas artísticas y humanas a Luis Rivera, Piro Valerio, Andrés Avelino, Manuel de Jesús Camarena Perdomo, Osvaldo García de la Concha, Yoryi Morel, Rafael Augusto Zorrilla, Domingo Moreno Jimenes, Rafael Américo Henríquez, Julio a Piñeyro, Ricardo Pérez Alfonseca, Indalecio Rodríguez, Concha Benítez, Juan José Llovet, Eulogio C. Cabral, Federico Henríquez y Carvajal, Arturo Pellerano Castro, Fabio Fiallo, Antonio Valdez hijo, Alfredo Guzmán Arias, Juana de América, Fernando Defilló.
Su epistolario literario y político es extenso. Quiénes le escribieron y a quiénes se dirigía: Luis A. Franco, Ramón Emilio Jiménez, Manuel del Cabral, Osvaldo Bazil, Porfirio Herrera, Fabio A. Mota, Tomás Hernández Franco, Luis Armando Abreu.
Entre sus libros que se recogen está “El último breviario de Moreno Jimenes”.
El gran olvidado concluye con sus trabajos jurídicos, municipales, políticos, económicos, culturales y los libros citados.
Rafael Andrés nació el 4 de febrero de 1903, su madre era Asunción Pérez y Pérez. Le apodaban Fellito. Era masón y Príncipe Rosacruz. En 1933 casó con Altagracia María Guridi Bobea. Procrearon a Margarita (fallecida), Isabel, Breno, Rafael Andrés (Cholo) y Francis. Aidita es otra hija de crianza.
Las causas de su suicidio son un misterio. La víspera de su cumpleaños invitó a sus amigos a celebrarlo en su casa de la calle Doctor Báez 3A. En un momento pidió permiso, en minutos sonó un disparo. Lo encontraron tirado, sin vida, en un charco de sangre.
Había trabajado como Abogado ayudante del Procurador General de la República, Registrador de títulos, Secretario de la Comisión Depuradora de Créditos versus el Estado, vicepresidente del Ayuntamiento, secretario del Consejo de Directores del Banco de Reservas.
Breno considera que las instituciones se han ocupado poco de registrar en sus memorias a figuras importantes de sus épocas y que su padre y su abuelo son dos ejemplos. Pone este volumen a disposición de alguna fundación que se anime a publicarlo. Explica que “el mérito de esta obra fascinante es toda la enseñanza que encierra. Es un libro que inspira hasta a los ignorantes, para que dejen de serlo. Mi padre invita a las personas a prepararse para ser bobos o para ser gente”.