Por Guillermo Piña-Contreras
4. El mentor relegado
Parece absurdo que a pesar de la excelente recepción que tuvo en los círculos literarios Literatura dominicana 60 que le confirió a Ramón Francisco el prestigioso calificativo de “guía intelectual” de la promoción literaria de 1960, su segunda colección de ensayos, Critica además, pasara desapercibida, que no tuviera la repercusión ni la difusión de Literatura dominicana 60 que, no se puede negar, marcó un hito en la historia literaria de finales del siglo XX dominicano.
La referida obra tiene el mérito de haber analizado no solo la situación de la literatura dominicana con relación a la del continente hispánico, de lengua española y mundial, sino también la del lector dominicano que, como los escritores, había sido aislado del resto del mundo por el dilatado régimen de Trujillo.
En efecto, Ramón Francisco se empecinó entonces por poner al día al anquilosado lector dominicano y hacerle descubrir que lo que hacían Marcio Veloz Maggiolo, René del Risco y Miguel Alfonseca entre otros, así como la pléyade de escritores que irrumpieron con sus novelas, cuentos, poemas y otras manifestaciones literarias después de la caída de la dictadura en 1961 hasta 1969, pasando por la Revolución de Abril de 1965 hasta finales de la tumultuosa década del 60 iba al ritmo de la literatura latinoamericana y europea.
Critica además, Publicada por una editorial desconocida en papel de mala calidad y tipográficamente no muy elegante, pasó desapercibida a su salida en 1987. Este excelente trabajo de Ramón Francisco es la puesta al día, 20 años después, de Literatura dominicana 60, ya estudiada en el artículo: “Treinta años de aislamiento” (Areíto, 01/10/22).
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Para los inicios de la década de 1970, Francisco era “el crítico” que “concedía” el título de “poeta” a nuevos escritores. Sin tomarse en serio y con la elegante ironía que imprimía a algunos de sus escritos, al final de la presentación de La ciudad en nosotros: poemas 1969 de Rafael Áñez Bergés, recordemos, pidió al escritor que se arrodillara y, con el libro le tocó la cabeza, y dijo: “¡te confiero el título de poeta!”, tan ceremonial como en la Edad Media se confería el título de caballero.
Así pues, en los 5 ensayos, las 8 presentaciones de libros, los 2 análisis de novelas, de los cuentos de Pedro Peix y la polémica con Héctor Díaz Polanco que completan los 14 textos reunidos bajo un juego de palabras en base al inglés y al español, Critic-a- demás, en donde nos encontramos con un Ramón Francisco que asume su función de mentor de la generación inmediatamente posterior a la caída de la dictadura de Trujillo en 1961 y a la Revolución de Abril de 1965.
En “El pensamiento y la expresión poéticos”, texto inicial de Critic-a-demás, expresa los “tormentos” de un charlista que busca una explicación y definición de la poesía por un lado y las reglas que caracterizan la creación literaria por el otro. Esta suerte de introducción se inscribe en lo que había hecho en su obra anterior al tratar de poner al día al lector post 1961, de proporcionarle los instrumentos para poder “apreciar” con conceptos y definiciones no solo los demás trabajos teóricos de esta obra sino también las presentaciones de las colecciones de poemas y obras de ficción.
En “Vida y cultura en la prehistoria de Santo Domingo”, analiza el enjundioso estudio de Marcio Veloz y vuelve, para cerrar la obra, a la polémica con el escritor Héctor Díaz Polanco que aborda en el ensayo “Magia literaria” que figura en Literatura dominicana 60. Con el pretexto de elaborar una charla sobre la expresión y el pensamiento poéticos: “La poesía es magia. El poeta es un mago. ¿Cómo explicar la poesía?” se pregunta el charlista pensando en un público que estuvo aislado durante más de 30 años y que apenas tenía contacto con el mundo exterior. “Y como ocurre que el material de trabajo de la poesía es este lenguaje”, afirma Ramón Francisco, “el poeta recurre a signos aparentemente extraños para mencionar aquellas cosas no codificadas todavía por el habla popular […]. La poesía viene a ser también un reflejo de la insuficiencia del lenguaje como medio de expresión y al mismo tiempo, puesto que ella va señalando nuevas relaciones palabras-objeto en su afán de encontrar el signo que designe al complejo mental que es el poema, la poesía sirve al dominio que día a día intenta el hombre del hombre mismo y de su naturaleza, de donde decimos que la poesía es un modo de conocimiento, como a su manera lo son otras formas de arte”.
Didáctico como debe ser todo mentor que se respete, resume su concepción de la poesía y recuerda que la poesía antes de ser “pensada” estuvo espontáneamente en la base del lenguaje. Concepto todavía muy abstracto para el lector dominicano que aún no estaba al día con la literatura latinoamericana e internacional. En fin, “la poesía es pensamiento humano en acción”.
Los conceptos expuestos en esta supuesta preparación de una charla, ponen de relieve su erudición que, a mi entender, le permite convertirse en el mentor de una generación, no de una promoción de escritores, pues Ramón Francisco rechaza, en Critic-a-demás, llamar a los escritores del 60 “generación” luego de haber hecho un repaso de “La literatura dominicana de los años 60”, considera que el grupo había perdido su heterogeneidad y las características necesarias para ser considerado generación:
“Independientemente de que se endose o no se endose la teoría de que el grupo del 60 constituyó una generación literaria, estamos obligados, por lo menos a reconocer en sus miembros algunas características que le dan cohesión de grupo literario formado por miembros con pretensiones comunes, por lo menos en los primeros años de su aparición en el espectro cultural nacional {…]. Pero, rápidamente y debido a los acontecimientos que tuvieron lugar hacia finales de la década de los 50 y principios de la de los 60, el grupo original se amplió y llegó a ser heterogéneo, perdiendo algunas de las características que eran inherentes al concepto generación”.