Raquel Paiewonsky, artista contemporánea sobresaliente, miembro del exitoso colectivo Quintapata, participante en la Bienal de Venecia, acaba de presentar una exposición muy esperada, que cosechó la unanimidad en justos elogios, una selección realizada recientemente en base a 20 años de creación, y original hasta en el título: “Amor, Amor: Pulsiones de la tierra, la casa y la piel”.
Usanza en la actualidad, la muestra se exhibió en una casa privada de la Ciudad Colonial, aprovechando sus dos plantas restauradas. Si el marco era precioso indudablemente, los espacios idóneos, la museografía indiscutible, tenían el inconveniente de una duración limitada: en un establecimiento público hubiera permanecido dos meses, quizás prolongables… y lo merecía.
Rossina Cazali fue la curadora de un conjunto complejo, extenso, meditado, muy bien introducido y dispuesto. La visita sellaba una renovación de etapas y expresiones, invitando aun a devolverse y volver a ver (¡!) desde el principio. Había refinamiento hasta la exquisitez, recordando las obras en sus primicias, hoy más bellas, más armoniosas, más esenciales, sin ceder en sus compromisos. Al menos, así lo sentimos.
Puede leer: Estudiantes de Haina celebran el Día de las Madres con arte y música
La exposición
Como es costumbre en el arte contemporáneo, Raquel Paiewonsky extiende su creación a varios medios y categorías visuales: dibujo, pintura, fotografía, escultura, instalación, técnicas mixtas, incluyendo nuevos medios tecnológicos.
Una obra y mucho más una exposición de Raquel Paiewonsky hacen pensar. No basta con mirar y admirar la calidad de los trabajos. Hay una parte conceptual, susceptible de variar, según la sensibilidad del espectador. Punto fundamental a mencionar, la autora ha crecido y evolucionado.
La condición femenina siempre le preocupó con fines positivos o críticos. ¡Hasta los trajes, todavía presentes, otrora desmesurados, plantean volumen, forma, superficie, consideración singular! Raquel Paiewonsky había emprendido una militancia, objetando la tradición de la mujer –propósito sexual, genitora, nodriza -, y su imaginación artística iba en la misma vía, implicando a la sociedad en esa (de)formación desde la infancia.
Raquel Paiewonsky ha mantenido esa íntima convicción, centrada en el cuerpo, pero aligerada. La amplió integrando la naturaleza, perfeccionó la ejecución hasta la exquisitez, le comunicó una nueva hermosura e integró el sentido del humor.
La pieza “tapiz” de incontables senos, casi florales, es un encanto y felizmente una obra similar también se expuso en la FIACI y el Museo de Arte Moderno. El hilito de “leche materna” que corre y se multiplica paralelo, la convierte en joya óptica.
En cuanto a la instalación y túnel suspendido de brazos y manos impresionantes, tan acogedor como asombroso, lo recorrimos con delicia… y de repente nos recordó a Soucy de Pellerano. La verdad es que, con la distancia de generaciones, ambas se parecen. ¡Y cuánto humor, ligereza, ritmo, en estas interminables medias “blanco-transparentes”, tan (in)verosímiles como los pies: la sonrisa acompaña su verticalidad implacable!
Cada instalación es una declaración y una confidencia: Raquel Paiewonsky se ha hecho una virtuosa…
Convicción y profundidad
Hoy, con alegría interior, la expositora nos “somete” sus pulsiones –título de la muestra-, que incluyen el medio ambiente y la naturaleza que nadie puede ignorar. Raquel Paiewonsky es una óptima fotógrafa comprometida, ayer como hoy. No hay, ni hubo ninguna imagen gratuita y superficial. Ahora, sus vistas y visiones del paisaje, de la foresta tropical, incluyen una presencia humana significativa, parte del mensaje de advertencia y conservación.
Nos percatamos de que, en cada autor hay tres elementos: el artista como persona y su temperamento, el historial creativo con las categorías plásticas que lo definen, y el modo de elaboración de las piezas. Debemos entonces mirar los detalles, observar el proceso de la creación que suele ser tan interesante como el resultado final donde se revela el sentido profundo de la obra. No es una ruptura con la cotidianidad, todo lo contrario… Así, sucede con Raquel Paiewonsky.
No podemos concluir el texto, incompleto aún, sobre la exposición de Raquel, sin referirnos a aquellas macetas mágicas, integradas ahora en el entorno vegetal que les corresponde … Hay que sonreír deleitado ante esas macetas colgantes de barro, cuyo diseño preserva la temática de la mujer y la lactancia, pues conforman senos… ¡y la savia de todas las plantas es “lechosa”!
Coda
Raquel Paiewonsky se graduó en Altos de Chavón, ejerció el profesorado en esa escuela de diseño y arte, hoy asume su dirección, además de ser una gran artista.