En este espacio indudablemente no caben las informaciones y datos que sustentan el título precedente, el cual afirma que la República Dominicana es un país que progresa y crece de forma consistente. Prometo tratar el tópico in extenso en dos o tres entregas.
Esto, a propósito de las puntuales cifras dadas por el ministro administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, avalando las ejecutorias del Gobierno.
Empiezo recordando que desde hace 50 años nuestra nación disfruta de un proceso de fortalecimiento institucional –sufrido y lento, por supuesto-, pero sin asonadas golpistas, la última de las cuales ocurrió precisamente contra el triunvirato de facto para reponer el orden institucional en 1965. Por tanto, disfrutamos de envidiable paz política, a pesar de sobresaltos escenificados en confrontaciones electorales y revueltas sociales, ya superadas; pero esa paz ha sido el marco legal y económico que atrae inversionistas extranjeros y motiva a los nacionales, no obstante la maledicencia prevaleciente en ciertos sectores.
Una clase política y empresarial cree profundamente en el país y su viabilidad futura. En el pasado, familias acaudaladas mantenían sus capitales en el exterior, hoy es perceptible un interés por invertirlo en su país, expresar sus opiniones y conformar gremios.
La clase política está comprometida con la preservación de la economía social distinto a otras naciones que adoptaron modelos “estatistas y socialistas”, entrando en conflictos con la democracia y las libertades . Somos la segunda economía de mayor crecimiento latinoamericano. Esto lo trataremos el próximo domingo.