Está ocurriendo lo que tanto temía la actual jefatura de la Policía Nacional: la “subidera” de videos a las redes sociales, en los que agentes de la institución se quejan de los bajos salarios que reciben, denuncian los maltratos de que son víctimas por parte de sus superiores o las inconductas a las que se ven empujados por cumplir órdenes de sus jefes, se han convertido en una fiebre imposible de parar, a menos que ordene un “desarme general” y despoje a todos y cada uno de sus miembros de sus teléfonos celulares. El miércoles pasado la emisión estelar del noticiero de Telesistema, en el canal 11, divulgó un video subido a las redes por un cabo de la Policía que mostraba las deplorables condiciones en que vive junto a su familia por culpa del “miserable” salario que le pagan. Hablaba del famoso “sueldo cebolla”, como ya se habrán dado cuenta, convertido en símbolo de la lucha por mejores condiciones laborales y de vida para los policías, una lucha que no solo ha desbordado los ámbitos de la institución con la divulgación en las redes de esos videos, sino que se ha expresado también en las calles con la inédita marcha de expolicías, policías activos, familiares y amigos, hasta el Palacio Nacional. Tanto los videos como la marcha en demanda de un aumento de sueldo han sido calificados como actos de indisciplina pasibles de sanciones severas, como efectivamente ha ocurrido con los agentes que han compartido en las redes su frustración y sus quejas. Pero ni la dureza de esas sanciones, ni las amenazas de expulsión contra los policías activos que se la jugaron participando en esa protesta, podrán silenciar un reclamo que no resiste mas postergaciones y que tiene, de ñapa, la capacidad de erosionar peligrosamente la disciplina interna de la Policía.