Por Radamés de la Rosa
Gustavo Gutiérrez, un ser humano excepcional y uno de los grandes teólogos del cristianismo, ha fallecido a los 96 años, en Lima, Perú. Una larga vida dedicada a la construcción de un mundo mejor.
Tuve la dicha y el honor de conocerle y compartir con él en Lima, entre 1981 y 1983, cuando participé como delegado dominicano del movimiento Juventud Estudiantil Católica (JEC), para el Secretariado Latinoamericano MIEC – JECI. Fue un hombre extraordinario. Su sensibilidad humana la expresó no solo en su inmensa obra teológica y social, expresada en una práctica pastoral, acompañando a los más pobres, desde su “Teología de la Liberación”, su libro más conocido. El acompañamiento a los jóvenes fue parte importante de esa práctica.
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Recuerdo mi sorpresa en 1983, cuando en el encuentro de despedida que nos hacían a Margarita, Carolina y mi persona, recibimos una inesperada llamada de alguien que quería despedirse. Era Gustavo, con quien no había tenido una cercanía que permitiera pensar que iba a sentirse obligado a despedirse. Creo que conversamos por más de media hora.
Volvimos a verle 25 años después, cuando Margarita y yo regresamos a Lima en un encuentro que un grupo de amigos y amigas habían organizado con miembros del antiguo equipo del Secretariado. Él llegó a compartir en un ambiente de recuerdos y camaradería. Preguntó cómo se había orquestado este encuentro. Me correspondió explicarle que todo había surgido de un aviso a los amigos y antiguos compañeros del equipo del Secretariado, que Margarita y yo íbamos a Lima. La intención era mostrarles que nosotros íbamos y ellos no, que en buen dominicano es “echar vainas”. Y que ellos entonces asumieron el desafío y planearon el encuentro. Todos reímos de su comentario en tono de broma: “La maldad siempre por delante”
Recientemente, el año pasado 2023, tuvimos otra muestra de su sensibilidad humana, cuando organizamos una actividad para celebrar la vida de Marcos Villamán, asesor nacional de la JEC en República Dominicana.
Nos envió un mensaje para Marcos, extensivo a la comunidad dominicana. Les comparto un breve texto de su pensamiento teológico.
«La pobreza no es una fatalidad, es una condición; no es un infortunio, es una injusticia. Es resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales, está ligada al modo como se ha construido la sociedad, en sus diversas manifestaciones”.