“Siempre hay un momento en la infancia
cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro”.
Graham Greene
La huella de los padres en nuestras vidas permanece durante mucho tiempo. La sombra de los padres se elonga. El valor que nos otorgamos lo determinamos en nuestros primeros años, cuando le brindamos una alta credibilidad a los mensajes recibidos por las personas significativas de nuestro entorno, especialmente al padre y la madre.
Los budistas dicen que por mucho que retiremos los ajos del saco, el saco olerá a ajos por mucho tiempo. En su estado natural, los niños son los guardianes de la inocencia que nos permite la apertura para la aventura, la creatividad y el entusiasmo.
¿Qué pasó entonces? Ideas como “no sirvo…”, “no me lo merezco…”, “no valgo…”, se instalaron en el “sistema interno de creencias incuestionables” de manera inadecuada, porque no teníamos suficientes recursos críticos o porque teníamos demasiado miedo a separarnos del clan.
Cuando un niño se siente inadecuado, dice cosas como “no puedo”, “a nadie le importa lo que hago”, “no soy lo suficientemente bueno, alto, atlético, inteligente, popular o bonito para…”, entre otras frases limitantes.
El psicólogo Milton Erickson dijo: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”. La buena noticia es que podemos acceder a nuestro sistema de creencias y enviar todos los mensajes limitantes al “sistema de creencias cuestionables”, que no son ni verdaderas ni útiles, y lograr la emancipación emocional de los padres.
Los padres no tienen que amar a los hijos, y eso genera mucha frustración. ¿Cómo podrían amarte tus padres cuando no han sabido como amarse ellos mismos? Para salir de las demandas y exigencias a los padres, debemos empezar a quitarles las etiquetas de “papá” y “mamá”, para empezar a conectar con los seres humanos, con los traumas, heridas y retos que enfrentaron con sus propios padres.
El tenor estadounidense Robert Brault decía que en el más feliz de nuestros recuerdos de la infancia, nuestros padres eran felices también. La base de la emancipación emocional de los padres está formada por dos pilares: la compasión y la gratitud. Nadie te puede dañar ni hacerte sufrir sin tu consentimiento.
Quizás, el niño que fuiste no tuvo recursos para procesar sus heridas, ¡pero el adulto que eres ahora sí!Es necesario salir de la culpa para entrar en la responsabilidad. El miedo, confusión, reclamo, necesidad, desprotección e indefensión de tu niño interior no necesita a nadie más para sanar que a ti mismo.
¿Podrías darle una oportunidad a tu niño interior? La escritora estadounidense ElizabethGilbert, autora del bestseller “Come, reza y ama” dijo: “La incapacidad de abrirse a la esperanza es lo que bloquea la confianza, y la confianza bloqueada es la razón de los sueños arruinados”.
El dolor del niño interior es el sufrimiento que vive el adulto. La falta de confianza del niño se traduce en relaciones frustrantes, fracasadas y rotas. Desde la mirada amorosa, amistosa y benevolente de Maitri, en la que te tratas con amabilidad como si de verdad te amaras, busca un lugar tranquilo en el que puedas tener un encuentro contigo mismo en la infancia.
Mira lo ocurrido con la neutralidad del observador.
Con la mano derecha (dominante), tu adulto hace preguntas que tu niño interior contesta con la mano izquierda (no dominante). Esto hace que la parte mental se retire, y se active la parte emocional.
Desde el adulto, cuéntale al niño interior que aquello que ha reclamado durante tanto tiempo a los padres, ellos no lo tienen, pero tú sí.
Escríbele:
Amado niño interior, a partir de ahora te reconozco y te doy participación en mis planes. Estoy aquí para escucharte y que me recuerdes las cosas que me apasionan y me dan vida.
El escritor francés Antoine de Saint-Exupery dijo que los niños son muy tolerantes con los adultos.
Presta atención a lo que tu niño interior te recuerde. Toma notas de las imágenes, recuerdos, palabras o sensaciones que lleguen a ti.
Agradécele. Hazle la promesa de incluirlo en tu vida y hacer más cosas de las que él disfruta. Comprométete con tu niño interior a brindarle:
1. Seguridad: la ira, los gritos, las represiones, el sarcasmo, la humillación, la denigración y el ignorar las necesidades hacen desaparecer la confianza innata que caracteriza al niño. Si en la infancia tu sistema de seguridad fue quebrado, deja de reclamar lo ocurrido ¡y reconstrúyelo! Tener un entorno ordenado, honrar tu palabra, ser coherente, establecer límites y cumplir las promesas, son formas de restaurar la seguridad de tu niño interior.
2.Aceptación: la autoestima del niño se nutre por la aceptación. ¿podrías aceptarte tal y como eres? Cuando el niño siente que pertenece no siente la necesidad de buscar aceptación de los otros. Los niños que se valoran a sí mismos pueden manejar mejor sus relaciones. Se sienten lo suficientemente resistentes como para arriesgarse y elegir. Manejan mejor tanto la ganancia como la pérdida. La aceptación guía a tu niño a descubrir la magia que hay en su interior.
3. Amor: Sin amor la maduración no es posible. Sé generoso con el afecto que muestras hacia la parte de ti que aún no funciona bien. Abrázate, ríete de tus torpezas, préstate atención, hazte regalos, llévate de paseo, exprésate palabras de gratitud y admiración, dí con frecuencia: ________ (tu nombre) “te amo”.