Reducir el efecto adverso de impuestos sobre costo de la vida. Es notoria la forma persistentemente adversa que a la economía propicia la función recaudadora a nivel interno sobre productores nacionales e intermediarios, y por medio de las aduanas que aplican tasas que rompen récord de ingreso cada semestre a costa de la mayoría de bienes de consumo local a los que determinan alzas.
Ello a pesar de que siempre se afirma que la presión tributaria de este país, de alrededor de un 14%, es inferior al promedio de la región, lo que en todo caso vendría a ser consecuencia no solo de las evasiones, singularmente altas cuando se trata de contribuyentes de rentas cuantiosas y patrimonios mayores y difíciles de certificar para fines impositivos.
Lo que existe básicamente es un desigual tratamiento que hace pagar más a los que menos tienen en el marco de un sistema impositivo regresivo muy certero e ineludible cuando de gravar el consumo se trata.
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En la presente coyuntura, la inadecuada estructuración de cargas fiscales estaría agudizando por igual el peso de la inflación importada por vía de productos terminados y recayendo como factor encarecedor sobre una diversidad de materias primas e insumos.
Los aranceles, de cuyo efecto se ha querido librar a comestibles de usuales importaciones pero dejando fuera de las exenciones renglones para la producción local, expresaría una falta de proporcionalidad en perjuicio de industriales, de la agropecuaria y de quienes adquieren sus múltiples artículos de primera necesidad.