Si algunos electores han de sentirse cómodos con los resultados mostrados por la reciente Encuesta Gallup-RCC Media, son los partidarios del presidente Luis Abinader, un candidato aun fantasma, porque todavía no anuncia su decisión de repostularse, quien ha logrado erigirse en el centro del debate político, pues su oficialista PRM se prepara para lanzarlo mientras la oposición se organiza, haciendo campaña en su contra para enfrentarlo en las urnas.
Y todavía no dice que va. Exuberante dicotomía pocas veces vista en los anales nacionales y que la muestra Gallup afianza con el siguiente dato demoledor: si las elecciones se celebraran hoy (entre el 11 y el 14 de junio) Abinader obtendría 47.7%, Leonel Fernández 28.9% y Abel Martínez 19%. Evidentemente, resulta fácil colegir que el primero logrará el 2.3% necesario para superar la meta del 50+1, mientras el candidato que logró el 28.9% encara la improbable tarea de arrimarse el total de votantes del tercer puesto, más toda la oposición incluida, para alcanzar la tierra electoralmente prometida. Una quimera.
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Más aún: el porcentaje del presidente Abinader sube al 50.9% cuando a los encuestados se les preguntó, ¿por quién votaría si los comicios fueran hoy? La respuesta fue contundente con Abinader subiendo, Fernández y Martínez bajando a 28.2% y 17.9%, respectivamente.
Asimismo, se preguntó, ¿Quién cree que ganará las elecciones presidenciales del 2024? Las respuestas: Abinader 48.2%, Fernández 24.4% y Martínez 11.5%. Tales números no deben ser tomados como escenarios de segunda vuelta electoral, sobre todo cuando falta prácticamente un año para la elección presidencial y el tiempo juega un rol disuasivo al balotaje cuando la distancia entre el primero y el segundo lugar resulta abrumadora.
Y esa es, precisamente, la fotografía del momento electoral captado por la Gallup-RCC Media; un presidente en ejercicio que sin anunciar su decisión de repostularse, sobrepasa con casi el 50 por ciento de la intención del voto al ocupante del segundo lugar en las muestras mercadológicas más confiables. ¿Qué será cuando diga que va?
Por ende, el debate no radica en si habrá o no habrá segunda vuelta; la discusión ha de girar en torno a si conviene al interés nacional que Abinader continúe la profilaxis ética que ha emprendido contra la corrupción y la impunidad, a favor de la transparencia y la mitigación de la pobreza. Creo que un Gobierno que no roba tiene sus ventajas.