Reflexiones en campaña #19

Reflexiones en campaña #19

José Francisco Peña Guaba

Las horas bajas de la clase media

¿Qué es la clase media? ¿Quiénes la componen? ¿Cómo podemos identificar a sus integrantes?

¿Tienen verdadera independencia económica? ¿Son fiables las estadísticas que nos colocan como un país de clase media? Estas y muchas otras interrogantes pueden hacerse sobre la clase a la que la mayoría de los dominicanos dice pertenecer, y todo porque a nuestros compatriotas, al parecer, los aterra la idea de aceptar que están en la pobreza.

Es un sentido de negación de los criterios tanto de variadas escuelas económicas como de los organismos multilaterales, lo que impide unificar un criterio común para dar respuesta a las interrogantes referidas, de manera que unos se dicen miembros de esta clase, o que a ella pertenecen hombres o mujeres que cuenten con la capacidad de suplir sus necesidades básicas de alimentación, transporte, salud, vivienda, educación y diversión, entre otras.

Otro criterio define como miembros de la clase media a quienes se ubican en un sector intermedio de la sociedad, recibiendo entre 10 a 50 dólares diarios.

La realidad es que en términos prácticos los de la clase media también se diferencian entre sí, como enseñaba el profesor Bosch, quien identificó la clase media baja, la media media y la media alta pero, la verdad es que la perspectiva que mejor describe el término es la que determina que no debe ser considerado miembro de la clase media quien sólo dependa de un empleo con un salario para cubrir sus necesidades, porque se parte del hecho que si no tiene independencia económica, sea porque recibe renta fija o porque tenga algún negocio que le dé libertad para su sostenibilidad, entonces si no lo tiene pertenece a la clase obrera, dado que al perder el salario que devenga toda su estabilidad financiera se le va al piso.

El grave problema de la clase media, en casi todo el mundo, es que lo que devenga en un alto porcentaje no le está cubriendo los gastos del mes, no alcanza para los 30 días, por lo que vive en un constante déficit presupuestario, que le produce estrés permanente, lo que se ha convertido en condición común de toda la clase media.

No importando las clasificaciones que se hagan, siempre tan diferentes, hay algo que es común a todas las descripciones sobre el tema, particularmente en nuestra amada patria, y es “la deuda”.

En efecto, sea cual sea la forma de concebirla, lo cierto es que la clase media “vive” hipotecada, todos los bienes materiales cuya posesión la caracterizan son producto del crédito, que deben pagar con onerosos intereses, formándose un

círculo de dependencia frente a los prestatarios, que mayormente están en el sistema financiero. Los de la clase media lo deben todo, sea la vivienda, el vehículo, el mobiliario o, las más de las veces, el crédito educativo para hacerse de una carrera profesional.

Los agiotistas tienen nuevos mecanismos para mantener enredada y endeudada hasta el tuétano a los media clasistas, entre ellos la celebración de las famosas ferias, sean inmobiliarias, de vehículos o de electrodomésticos.

Para colmo, los intereses tornan casi impagables las deudas, de manera que, a fin de cuentas, en vez de comprar bienes de lo que en realidad se trata es de alquileres caros, porque los intereses son tan altos que los ciudadanos nos pasamos la mitad del tiempo del contrato del préstamo pagando los intereses, mientras lo que se abona al capital son apenas centavos.

Esa es la trampa del gran capital, que convierte en esclavos económicos a los miembros de la explotada clase media, puesto que quien pierde un bien hipotecado en los primeros años perdió todo lo que pagó.

La clase media es la mayor víctima de una política consumista, que convierte a sus miembros reales o supuestos en adictos a comprar cosas que tal vez no necesitaban y que seguramente usarán poco, al ser cosas que se adquieren sólo porque “es lo último” y “está de moda”.

Al comprar, se cae en manos del carcelero mayor, los acreedores de las benditas tarjetas de crédito, que según apreciación general son un robo público en este país.

Por ejemplo, tuve una de esas tarjetas hasta que gracias a Dios logré pagarla, y cuando lo hice la entregué de inmediato pues me cobraban un 7% de interés mensual por mes más mora por atrasos de pago, en lo que se incurre casi por necesidad. Esas prácticas tienen un nombre ¡usura!

El costo de las viviendas y los intereses de su adquisición están impidiendo su adquisición generalizada, dada la incapacidad de pagar millones de pesos por un apartamento o una casa, que es lo que cuesta hoy cualquier modesta propiedad, a pesar de lo cual implican el pago de cuotas mensuales que se lleva fácilmente más del 50% de los ingresos del adquiriente,

Nosotros los de la clase media gastamos más que lo que recibimos, o sea, vivimos por encima de nuestros ingresos, lo que sumado a la inseguridad laboral son las causas de nuestras grandes preocupaciones.

Soy de los que cree que los de clase media tienen muchas y profundas diferencias sociales y educativas con los de abajo, pero es un real sofisma, porque si de eso se trata ¡hay un amplio segmento de los de la clase baja que ingresan muchísimo más dinero que los de la media! Es el caso de los choferes de carro público, de minibús, el de vendedores ambulantes y hasta de los motoconchistas, trabajadores supuestamente de clase baja que pueden ganarse varios miles de

pesos al día, mucho más de lo que ganan mensualmente ejecutivos medios y profesionales asalariados.

Como aquí explico, la clase media tiene un tema pendiente, el que tiene que ver con nuestros hábitos de consumo y con la vergüenza que nos produce vivir en un barrio popular, mandar nuestros hijos a una escuela pública, vestir con ropa que no sea de marca, tener como transporte un motor y no tener el último modelo de celular.

Es precisamente ahí donde está la gran diferencia con los de la clase baja.

Pero es la clase media la más sufrida, porque no recibe ayuda directa alguna del gobierno, paga un servicio de electricidad caro, adquiere productos en lugares donde los mismos tienen precios más altos que en los barrios y ni hablar de los gastos de combustible y mantenimiento de un vehículo que, para los fines, es tan costoso como mantener una familia en un barrio popular.

Es la clase media el público objetivo del sistema impositivo nacional. De los 6 principales impuestos, 5 están dirigidos o fundamentados en nuestra clase. El primero es el ITBIS (impuesto a la transferencia de bienes industrializados y servicios), por el cual pagamos la friolera de un 18%; el impuesto sobre la renta, que para personas físicas oscila de un 10, 15 hasta un 25%.

En el caso de los profesionales independientes, viven en asedio constante de la Dirección General de Impuestos Internos y si es persona jurídica, una sociedad comercial, paga un 27%. Igualmente, hay que pagar el impuesto a la propiedad inmobiliaria (IPI) y el de traspaso cuando se adquieren.

También pagamos impuestos sobre los salarios devengados, por la primera placa (si se adquiere un vehículo nuevo) y el de circulación de todo transporte, que es anual.

El impuesto más criminal para los bolsillos de la clase media es el selectivo al consumo, altísimo, que pagamos por la factura eléctrica, por el alcohol (bebidas), tabaco (los cigarrillos) y seguros, telecomunicaciones (cable, servicio telefónico fijo y de celulares).

Es el que más acogota a nuestra clase porque su aumento es constante y semanal, como en el caso del impuesto a los combustibles, ¡que de verdad nos tiene hastiados!!

El único impuesto que está dirigido en su mayoría a la clase alta es el de sucesiones y donaciones, porque la clase media no tiene tanto que heredar ni amplias posibilidades de donaciones.

Mientras las estadísticas nos definen como un país preponderantemente de clase media, nosotros ufanos nos los creemos, sacando del anonimato fiscal cada día a los que suben de la baja a la media, aunque es ahí cuando se convierten en

objetivo del sistema impositivo y termina su tranquilidad, pues se convierten en contribuyentes de la DGII.

Ninguno de nosotros queremos ser de la clase baja o trabajadora y nos anotamos a una clase a la que no pertenecemos. Al dominicano, no importándole que se lo esté llevando quien lo trajo y aunque viva debajo de un puente, si le preguntan dirá “que en la clase media está.”

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