No se ven las cosas
tal como las viví.
ahora todo pasa detrás de mí.
se vive con caretas
nadie dice la verdad.
las paredes huelen a soledad.
El tiempo no es el mismo
hasta el sol tarda en llegar,
no sabe bien por donde asomar,
vivimos en un limbo
donde todo nos da igual,
mientras haya agua de manantial.
Hasta las estrellas
observan con su luz,
lo bien que matamos
en este lugar.
Nos duchamos con tequila
en la barra de algún bar,
para despojarnos
de la polución.
Tenemos en la mano
el mando que nos da,
una falsa y corta felicidad,
vivimos entre extraños
junto al televisor,
todos te prometen algo mejor.
Quien nos mandara
el maná para comer,
cuando no haya tierra
donde labrar,
tendremos en un frasco
la esencia y el sabor,
de un mundo que pierde
su buen olor…. Ramón Bonachi.
Mi esposo Rafael Toribio escribe cada año, desde 1974 ¡hace 43 años! , una felicitación de Navidad que sus amigos esperan con ansias. En esta pequeña página, expresa sus más profundos sentimientos y pensamientos acerca de las cosas de este mundo nuestro que le preocupan y golpean su alma. Más que una felicitación navideña es un recuento de sus anhelos y de sus sueños incumplidos.
Al principio, la felicitación, que siempre es en forma de carta, la hacía con su especial caligrafía, a veces indescriptible, que doblaba de una forma que solo él puede hacerlo, y las entregaba a mano. La logística de entrega era difícil, porque los receptores estaban ubicados por los cuatro puntos cardinales de la Capital y en algunos casos en Santiago y otras localidades. Hoy, desde hace varios años, y gracias a la cibernética, las hace a computadora y las envía por correo electrónico. Por supuesto, la facilidad tecnológica ha hecho que el universo de receptores se amplíe, permitiendo que muchos amigos más reciban sus inquietudes y desvelos.
Cuando sus reflexiones me han llegado hondo y profundo, las he colocado en esta columna. La de este año, 2017, me encantó, y por eso la hice mía. Hela aquí:
“Los enormes desafíos de un mundo del mañana, que ya es hoy, deben motivarnos a reflexionar sobre cómo entenderlos, prever sus consecuencias y, sobre todo, cómo manejarlos para que en vez de perjudicar beneficien al ser humano. Navidad es una buena ocasión para hacerlo y es por eso que comparto estas consideraciones.
“Después de dominar y explotar a sus congéneres animales, para benéfico alimenticio primero y económico luego, y a la naturaleza hasta destruirla y transformarse en el rey de la creación o de la evolución, el homo sapiens, a través de la genética, la biología evolutiva, la informática y la neurociencia, aspira a convertirse en el homo deus.
“Los algoritmos complejos, la big data y la capacidad descomunal del procesamiento de datos le ha posibilitado la creación de la inteligencia artificial, superior en muchos casos a la humana.
“Hasta ahora la inteligencia había estado asociada a los sentimientos porque se entendía que la inteligencia residía exclusivamente en los seres humanos. Pero ya se han desarrollado máquinas en las que se evidencia una alta inteligencia sin estar asociada a los sentimientos. Los robots y algunas supercomputadoras son sus mejores exponentes.
“Muchas de las aspiraciones del ser humano ya son profecías de probable realización en un futuro no muy lejano: después de haber superado las epidemias, enfermedades infecciosas y otros males que hacían difícil hasta la simple supervivencia, la preocupación ahora es aumentar los años de expectativas de vida en buena salud y a través de los implantes, orgánicos o biónicos, y la medicina regenerativa, reconstruir y perfeccionar el organismo. A las generaciones por venir les aguardan las enormes posibilidades de la ingeniería genética.
“En este futuro que es ya presente ¿tienen la filosofía, la ética y las creencias religiosas algo que decir y orientar? ¿Habrá lugar para platear el por qué y el para qué? ¿Preguntarse sobre las consecuencias de no poner límites a las posibilidades que nos ofrecen la ciencia y la tecnología, de la mano de la informática y la ingeniería genética? ¿Plantearse las consecuencias de las desigualdades entre grupos en una sociedad con posibilidades económicas diferentes?”
La verdad es que esas preguntas formuladas por Rafael me dejaron perpleja. El mundo occidental, mejor dicho, las potencias que dominan el mundo, nos han llevado por senderos por los cuales lo importante es la ciencia, las cosas, el avance tecnológico, sin pensar en cómo esto afecta la condición humana.
Volvemos a planteamientos anteriores. Ahora lo importante es tener, hacer, acumular, estar a la última de los avances tecnológicos, sin pensar en cómo todo esto puede afectar nuestra condición humana.
Lo dice y lo escribe una usuaria de la tecnología. Que está en las redes sociales, que tiene celular, Ipad, computadora y utiliza siempre la cibernética para adentrarse por caminos del saber desconocidos, gracias a la magia de ese mundo tan ancho y ajeno. Siempre he defendido que la técnica es un medio, nunca un fin.
El problema es que hemos invertido los valores. Y nosotros tenemos la gran tarea de rescatarlos. El primero a mi juicio amar al prójimo sin condiciones y sin intereses. Una tarea titánica en esta sociedad donde el YO es lo más importante, y pisotear a los demás una práctica consuetudinaria. Ser éticos en lo personal, profesional y social, en una sociedad donde la impunidad es su signo, tampoco es una tarea fácil. Decir la verdad, un reto inmenso en esta humanidad que defiende la mentira.
En fin, solo deseo que rescatemos lo poco de humanidad que nos queda. No seamos presas de nada ni de nadie, que la tecnología sea un medio, que lo más importante sea nuestro corazón y nuestros sueños. Feliz Día de Reyes!