Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que desee tan solo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que solo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que solo tienes una.
Mario de Andrade
Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño
Alguien en las redes sociales me envió estas reflexiones del gran poeta brasileño Mario de Andrade, quien murió a los 52 años, hace ya 70 años. Cuando lo leí me identifiqué tanto que pensé en un momento que yo mismo lo había escrito. Así me siento. He perdido la tolerancia y la paciencia. Ya no puedo escuchar los discursos de los políticos. Ya ni sonrío con sus payasadas cuando bailan al son de una música mala para ganarse al pueblo llano que solo tiene el circo para olvidar sus miserias. Me siento hastiada de los discursos triunfalistas que solo muestran lo que se ha hecho, sin ningún ápice de autocrítica. Ya no puedo escuchar algunos intelectuales que se aferran a sus posiciones, como si sus ideas fuesen el velero que los sostiene para no naufragar.
Reflexioné mucho sobre el artículo de este sábado. Sin plan alguno, porque ya no sigo una secuencia lógica de ensayos en base a un tema con subtemas que deben ser expuestos. Acogiéndome a las sugerencias de algunos lectores, voy a tomar un respiro de la escritura de lo que pienso para escribir estas líneas únicamente con lo que siento.
Hoy es 27 febrero, un feriado obligado sin preguntarse por qué. Quizás a los millones de niños de las escuelas les han dicho que en un lejano 1844 un grupo de ilusos osaron luchar por la verdadera libertad. Algunas escuelas hicieron en estas semanas algunos actos. Y como siempre la prensa hará su fiesta con los espacios pagados de los políticos y las empresas. Baratillos con motivo de la independencia. Porque en esta sociedad nuestra, hasta la memoria histórica se ha convertido en una vulgar mercancía.
Hoy la historiadora no tiene ganas de repetir lo que a lo largo de sus más de 40 años de docencia ha dicho una y otra vez. Cada mes de febrero, desde que era profesora de primaria hasta el nivel universitario, he estado comprometida con el proyecto de hacer de la historia nuestra algo más que contenidos memorísticos, para tratar de enseñarles que los hechos de la historia están hechos por hombres y mujeres que comprometidos con el futuro, deciden transformar su herencia.
Sigo creyendo lo mismo, sigo amando la historia, sigo amando la educación, pero, como dice Andrade, creo que el tiempo se me está agotando, y no quiero seguir transitando el mismo trayecto pretendiendo que no ha ocurrido nada. Los años han pasado, quizás ya no tengo ni la energía ni el entusiasmo de repetirme.
Tal vez, simplemente estoy cansada. Tal vez, aunque estoy llena, repleta a veces, de palabras, que hoy no quieren ser pronunciadas, que hoy no quieren ser recordadas.
Tal vez me cansé de ver la hipocresía de tanta gente que asume el discurso de los patriotas para ocultar sus malsanos intereses. Tal vez ha ocurrido que ya no resisto escuchar las peroratas de los papagayos pagados que utilizan en vano y los mancillan, el nombre de los valientes que nos regalaron, quizás hasta sin merecerlo, una nación y una nacionalidad. Tal vez hoy solo quiero releer el pensamiento de Duarte para inspirarme de nuevo con su templanza, sus creencias puras y sus sueños entonces imposibles de construir una república, independiente, libre y soberana.
En fin, como dice Andrade, ya no tengo tiempo ni paciencia para muchas cosas. Quizás hoy solo necesite recogerme, estar con mi alma, olvidarme del mundo y de todos, para recuperar de nuevo la alegría, la confianza en el futuro, en el ser humano y en la humanidad toda entera.
A veces pienso que me refugio en muchas oportunidades en los artículos racionales, para dar descanso al alma. La búsqueda racional de informaciones, es una manera inteligente de no adentrarme en las profundidades del SER.
Tengo la dicha, muy a pesar de los dilemas existenciales. Cuento con la compañía predilecta de los míos: la familia y los amigos. Junto a ellos tengo el oasis necesario para que mis días sean mejores. Y con esta plataforma, puedo adentrarme a las profundidades del pensamiento y en los laberintos de mi alma.
Espero que este viaje que iniciamos la semana pasada los haya complacido. Esto fue lo que me pidieron, y los complazco. Hasta la próxima.