Continúo con la bitácora que inicié hace unos días. Salí de Santo Domingo, vía Madrid el 19 de septiembre. Cuando entré al avión, estaba aprehensiva. Era la primera vez que volaba en un ave de acero después de la pandemia. El protocolo era estricto, no así el distanciamiento.
Estaba repleto el avión, y los pasajeros apiñados como sardinas baratas. A la hora de la cena, decidí no tomar ese alimento de cartón que ofrecen en los viajes. Me atemoricé pensando en que TODOS los pasajeros, de manera simultánea, nos quitaríamos la mascarilla.
El viaje fue tranquilo, y mientras trataba de dormir pensaba en el país. El presidente Abinader había salido un día antes acompañado de su esposa y una pequeña comitiva. Iría a New York a la Asamblea de Naciones Unidas y a otras reuniones. Viajó en una línea aérea comercial en clase regular. Muchos aplaudieron el gesto, otros le llamaron populismo puro y simple. Pienso que el ejemplo es la mejor manera de exigir.
Con este hecho el mandatario decía a sus funcionarios que el expendio no será permitido. ¿Castigarán a los que violen ese mandato? Yo espero que sí.
Cerraba los ojos buscando el sueño y pensaba en tantas cosas. Pensaba en el drama que viven Haití y Cuba, pueblos hermanos que padecen hambre, miseria, desesperación y el drama de una pandemia no controlada. ¿Cuál será el futuro de esos dos países hermanos, sumidos en un drama sin precedentes en sus historias?
Ensimismada en mis pensamientos, me dormí sin darme cuenta. Desperté con la voz de la azafata que anunciaba que el “desayuno” debía ser pagado por los pasajeros. Era un nuevo día, aunque para nosotros era todavía la madrugada. Llegamos a Madrid sin problemas. Me instalé en el pequeño estudio que renté para mi estancia de investigación y al otro día partí a la hermosa Sevilla a participar en el seminario titulado “Conneccaribbean. Resultados y avances de investigación”. Sería una intensa jornada de tres días que se llevaría a cabo en la Casa de las Ciencias.
Los participantes éramos los que en este momento realizamos estancias de investigación. Nos auspicia la Unión Europea en el marco del Proyecto Connected World que dirige la Dra. Consuelo Naranjo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Tres dominicanos estuvimos presentes, todos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.
Escuchaba a algunos profesores, tanto españoles como de otras latitudes de América Latina, y pensaba en nosotros, en nuestro país, y en lo mucho que nos falta para tener un profesorado calificado en nuestras universidades. Mientras aquí se profundizaba en temas tan novedosos como la historia de los terremotos en la isla La Hispaniola, haciéndose énfasis en el siglo XVIII. Y al ser testigo de los investigadores que presentaban sus resultados de investigación, pensaba en los maestros, licenciados egresados de nuestras universidades que no son capaces de superar las pruebas de admisión.
Me sentí sola, y me destrozó emocionalmente el recordar que los pocos fondos que algunos ministerios ofrecen para investigación no incluyen las ciencias sociales. Influenciados por el positivismo tecnológico vigente, las autoridades de ayer y de hoy, y de uno y otro partido, han favorecido a los investigadores de las mal llamadas “ciencias duras” o peor aún, “ciencias exactas”, llevándonos a los historiadores, sociólogos y politólogos al zafacón del olvido más indigno.
Al ser testigo del esfuerzo que están haciendo organizaciones universitarias y de investigación en España y otros países europeos, pienso en nuestras universidades que todavía viven en la agonía cotidiana de la sobrevivencia; sirviendo al mercado, no a la ciencia ni al saber. Me sentí de nuevo sola, batallando utopías. Pero seguiré cabalgando como el Quijote, luchando contra todos los molinos de viento.
Los tres dominicanos que participamos, Soraida Vázquez y Wilson Genao presentaron sus avances de tesis doctorales, y yo presenté el resultado de una gran investigación internacional e interinstitucional sobre la presencia china en el Gran Caribe. Nos esforzamos y quedamos bien.
Lo más interesante de esos procesos son las interacciones personales, los intercambios con otros académicos que tienen las mismas inquietudes tuyas. Uno de los aportes más importante que salió a relucir en el seminario fueron los libros de pronta circulación: “Ciudades del Caribe” cuyo editor es el historiador Emilio Luque; “Sometidos a la esclavitud. Los africanos y sus descendientes en el Caribe Hispano”, libro coordinado por Consuelo Naranjo Orovio y editado en UNIMAGDALENA.
También me llamó la atención el libro “Migraciones antillanas: trabajo, desigualdad y xenofobia”, coordinado por Naranjo y Jorge Elías Caro. Sorprendente fue también el documental presentado por Fabio Silva, de la Universidad del Magdalena, titulado “Luisa y Flor. La resistencia de dos mujeres campesinas.”
En la noche pude disfrutar de Sevilla, una hermosa ciudad con mucha historia para América Latina y el Caribe. Por ese puerto llegaban todos los productos que salían de nuestras colonias. Su riqueza cultural es increíble. El centro histórico es sencillamente espectacular. Lo he disfrutado muchas veces y me sigue apasionando cada vez más. Los días en esa ciudad me resultaron demasiados intensos. Al llegar a Madrid, cinco días después, estaba extenuada. Ya se sienten los años, aunque uno no quiera reconocerlo. Seguiremos en la próxima.