Trabas a la independencia energética que debe crearse captando la fuerza calorífica y luminosa que gratuitamente desciende sobre edificios son las que se espera con preocupación que estén contenidas en un reglamento que prepara la Superintendencia de Electricidad para absurdamente preservar en su alta capacidad de lucro las formas convenciones y dañinas al ambiente que predominan en la obtención de electricidad.
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Una sobreprotección a capitales privados y a los sustentadores de viejas ineficiencias sistémicas de altísimo costo para los contribuyentes que no han avanzado por iniciativa propia hacia el reemplazo de fuentes de generación alarmantemente destructoras de la capa de ozono. Plantas de contaminación atmosférica que mantienen a la República Dominicana en la lista de países lanzados con sus emanaciones a aniquilar la vida del planeta.
Una fórmula racional y provechosa establecida por autoridades sensatas del resto del mundo permite a la generalidad de habitantes colocar paneles en los techos de sus hogares y negocios para agenciarse la energía que llega del espacio y mediante conexiones de doble vía con la red del sistema y resultar proveedores y consumidores al mismo tiempo intercambiando los respectivos excedentes de producción. Una sociedad perfecta para ir saliendo del desastroso esquema mercadológico que reserva sus mejores frutos para entes particulares que proveen energía cara y sucia a las EDE que en un 33% no logran cobrar a los usuarios.