Regulación, nacionalidad y antihaitianismo: un llamado a la razón

Regulación, nacionalidad y antihaitianismo: un llamado a la razón

Somos uno de los países del mundo con mayor tolerancia y mezcla racial. Y no es para menos, porque desde el siglo XVI estamos configurando una etnia, producto de los más diversos cruzamientos de razas y colores de piel de todos los continentes y gran parte de los países del orbe.

Eso no significa que no haya prejuicios, sobre todo en las élites; pero afortunadamente dichas élites está permeadas por diferentes tonalidades, rasgos faciales y apellidos que delatan cierto mestizaje, cuando no su origen no hispánico. Entre éstos, casi todos los más enfebrecidos nacionalistas del patio en la época actual.

Este es un país acogedor y de convivencia multirracial que supera con mucho en ésto a los nacionales vecinos y allende los mares, aunque por razones históricas hay quienes tienen suspicacias a los haitianos. A ese respecto, el pueblo dominicano o parte de éste, se ha dejado manipular por una derecha continuista y recalcitrante que goza de privilegios irritantes, y quiere confundir el reconocimiento de fueros adquiridos, con el derecho de los dominicanos a un empleo seguro con salario decente.

De esa manera, es justo el reclamo porque se detengan con recursos, humanitarios pero efectivos, la inmigración incontrolada de los haitianos para trabajar en el campo y la ciudad, en empleos de poca remuneración, presionando hacia la baja el empleo y los salarios; del mismo modo que europeos y latinoamericanos lo hacen en los centros turísticos, bancos, comercios y empresas de servicios, con facilidades de que muchas veces los dominicanos carecen. Pero esto no tiene nada que ver con el intento de negar su nacionalidad a los dominicanos hijos de haitianos que antes de ser aprobada la reforma constitucional del 2010 nacieron y han hecho su vida en la República Dominicana.

Es como si quisiéramos negar la dominicanidad de Gregorio Luperón, héroe de la Restauración y uno de los padres del liberalismo nacional, hijo de haitiana sin padre conocido; y de tantos cuya ascendencia haitiana no pueden negar; así como de otras cuya ascendencia caribeña, judía, árabe y otras muchas naciones han enriquecido el patrimonio genético nacional y han dado tantos héroes, mártires y empresarios ilustres.

Lo que hay que hacer es distinguir a los nativos de la República hasta el 2010, dándoles la oportunidad para aprender a ser buenos dominicanos, eliminar los “guetos” disfrazados de bateyes; y por otra parte regularizar la situación de los extranjeros con empleos seguros, poniendo en cambio un valladar a la inmigración ilegal, fiscalizando a los empleadores y a las viviendas con extranjeros, con resolución, de manera que éstos no vengan a quitarle empleo a los dominicanos.

Igualmente, se requiere que las escuelas y la universidades dominicanas, tanto públicas como privadas, se pongan a la altura de las necesidades de la economía moderna, cuyos egresados son buenos para nada, como desgraciadamente sucede en muchos casos, por falta de capacitación, tiempo para estudiar y disciplina.

¡Eso es lo que hay que hacer, y no condenar con hipocresías y mezquindades a la apatridía a miles de dominicanos de color, no diferentes de muchos de nosotros…

 

 

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