Ramón Mena Moya, un exempleado de tráfico y pasajeros de la Pan American que lleva casi 40 años residiendo en Costa Rica, es el único testigo civil de lo que pasó en el Aeropuerto Internacional de Punta Caucedo el 31 de mayo de 1961 cuando llegaron al país Ramfis Trujillo y su comitiva en un vuelo especial fletado sin escalas desde Francia.
Nacido en Santo Domingo el 5 de agosto de 1938, tenía 22 años y era de los pocos dominicanos que sabía que el sátrapa había muerto, porque cuando se dirigía como de costumbre a la terminal en la guagua del personal de la aerolínea, aparte del nervioso contingente de infantería de San Isidro que ametralladoras en mano pedía la cédula, vio que tanto la bandera dominicana como la del Generalísimo estaban a media asta y recordó que cuando hizo el Servicio Militar Obligatorio se indicaba que esta se desplegaría hasta esa altura solo en este caso. Se lo confió a dos compañeros de asiento “comprobadamente antitrujillistas”: Juan Suárez y Garibaldi Barreiro.
Visitó el país hace unos días y no solo evocó esa experiencia sino su vida en la Capital, amigos, estudios, trabajos hasta 1974 cuando abandonó su posición de gerente de General Telephonic Directory Company (Páginas Amarillas) que ocupó desde 1966. Dejó en el cargo a su entrañable compañero Armando Paulino La Paix, con quien escribió el libro “República Dominicana: Gente, naturaleza y aventura”. Paulino fue originalmente vendedor de anuncios para la empresa, entonces ubicada en El Conde 15, frente al parque Colón.
Es ameno, ocurrente, canta óperas, es mago, fue cazador, habla español, inglés, francés, italiano, “dominicano y costarricense”. Hace cuatro años que escribió su relato del arribo de Ramfis que apenas ha circulado tímidamente en Internet. Además de la inmensidad de libros que ha editado en su Librería Francesa, primero Librería Internacional, impresos en cinco idiomas, únicamente ha publicado la selección: “Poesía humorística, Antología de humor poético de Costa Rica, España e Hispanoamérica” , con prólogo suyo, y editó “Costa Rica, Interpretaciones históricas y geográficas”, por Juan Bosch, también con prólogo de Mena Moya.
Todos los vuelos cancelados. Ese miércoles de 1961 el personal de Pan American fue informado de que todos los vuelos debían ser cancelados “por el aún inexplicable cierre del aeropuerto”, cuenta Ramón Mena. Agrega que “al revisar los mensajes de los largos rollos de papel del teletipo, se destacaba una circular a los aeropuertos de Pan American en el mundo, donde el Gobierno de los Estados Unidos prohibía el paso por sus territorios a todos los ciudadanos dominicanos”.
Explica que los norteamericanos “conocían y apoyaban el complot contra Trujillo y de esa manera impedirían a su hijo Ramfis tomar control del Gobierno, pues este se encontraba en París en uno de sus escandalosos viajes de juerga y las únicas vías de Europa a la República Dominicana eran necesariamente” a través de New York, Miami y San Juan, Puerto Rico…”.
Sin embargo, añade que “el teletipo empezó a sonar tecleando ruidosamente como siempre, pero esta vez nos hizo sobresaltar, más aun cuando empezamos a leer el mensaje, en inglés”. Decía: “Vuelo especial Air France fletado sin escalas Orly/Ciudad Trujillo. Hora estimada llegada 01:00 del meridiano de Greenwich (7:00 P.M., hora dominicana). Aeronave Douglas DC8 consignada a Pan American. Extiendan cortesías, pasajeros muy importantes”.
Sydney Newcomb, gerente de la línea aérea en el país avisó al jefe del SIM. Para el personal era seguro que se trataba de Ramfis por la negativa de transportarlos como dominicanos vía territorio estadounidense. Supieron después que el hijo del dictador pagó 29 mil dólares en billetes verdes. Ligia Fiallo, de la oficina principal de Pan American, dijo a sus compañeros que la presencia militar en el aeropuerto se debía a que la noche anterior “hubo un atentado contra el Jefe pero afortunadamente salió ileso. Ligia era hija del general Federico Fiallo, muy comprometido con Trujillo”, significa.
“Ojos de borracho y barba de tres días”. Llegaron los hermanos Negro y Petán Trujillo; Pupo Román, Johnny Abbes y Balaguer. El jet de Air France asomó a las 6:30 p.m. pero no descendió seguido pues el capitán reclamaba por radio seguridad para el aterrizaje y además, Leland Rosemberg, embajador dominicano en Francia, quien venía a bordo, anunciaba que Ramfis deseaba saber quiénes habían ido a recibirlo.
Fue el primero en bajar, “con ojos de borracho y barba de tres días, y recibido con un abrazo por el general José René Román Fernández (Pupo)”, metralleta en mano. Después descendieron Radhamés Trujillo, Rosemberg, Porfirio Rubirosa, Gilberto Sánchez Rubirosa (Pirulo), “seguidos por media docena de hermosas modelos francesas que supimos eran coristas desnudistas del Lido de París”, más algunos miembros de “la Cofradía de Ra- dhamés” y guardaespaldas militares “que arreaban nueve perros pastores belgas…”.
A Mena Moya le asignaron llevar al piloto del DC8 al hotel El Embajador por esa noche pero cuando este vio el aparatoso despliegue militar y enterado del magnicidio “decidió levantar anclas partiendo de inmediato al más seguro aeropuerto de Point-A-Pitre en la isla francesa de Guadalupe en el Caribe. Las modelos, asustadas también, en pánico, regresaron al avión que despegó casi inmediatamente”.
La narración tiene otros detalles conocidos del ajusticiamiento.
El autor es hijo de Ramón Mena Herrera, que fue dibujante de Obras Públicas, y de Elba Moya Álvarez, maestra en La Vega. Está casado con Krinilda Licairac, madre de sus hijos Rigel y Ramón Antonio, nacidos en Santo Domingo y Costa Rica, respectivamente. Rigel es gerente de la librería.
Ramón Mena Moya estudió en los colegios La Salle y Santo Tomás y en La Normal Presidente Trujillo. Ingresó a la Universidad a estudiar ingeniería civil que cambió por topógrafo agrimensor, carrera que no ejerció. Entre sus amigos y condiscípulos cita a Víctor Cabral Amiama, Francisco Peña Vasallo, Federico Read Delgado, Federico Henríquez Gratereaux, Filgia Miniño, Dardo y Hamlet Hermann, Felipe Rojas Alou, Papío Báez, los hermanos Howellemont, Fidelio Despradel, Iván de Soto, Tomás Troncoso, Jacinto y José Manuel Matos Espaillat, Nelson de Soto, Emerson Caamaño, Ubaldo Roa del Rosario, Yoryi Fiallo, Tony Santos, Julio Acevedo Martínez, Frank Jacobo, así como a sus maestros.
Aunque opina que en el país la mayoría era trujillista y muchos consideraban al dictador “un mal necesario”, se opuso al régimen cuando ingresó a La Normal y a la Universidad. “Me di cuenta de que el hombre no era tan bueno como lo pintaban en El Caribe…”.