Reminiscencias del viejo Santo Domingo

Reminiscencias del viejo Santo Domingo

Ilustración del teatro Agua y Luz

(2da. Parte)
Sitios de diversión

En los años 50, los lugares de diversión podían clasificarse de dos maneras. Los clubes sociales de clase media y alta; y los populares, generalmente semi antros en donde se divertía la juventud en diferentes escalas.

Con la inauguración de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre en 1955, ocurrió algo inusitado y difícilmente creíble. La apertura del Teatro Agua y Luz (2do. en su clase a nivel mundial), fue realizada por la famosa revista El Lido de París, deslumbrantes vedettes que llenaban todas las noches a capacidad la sala de espectáculos.

La sala de fiestas más concurrida era el Night Club de La Voz Dominicana, cuyo presidente, administrador, Tesorero, etc., José Arismendi Trujillo (Petán), presentaba los artistas internacionales más famosos y también, la Semana Aniversario. El Embassy Club del Hotel Embajador y su cancha Acústica, similar a la del Hotel Jaragua y Neón.

En el recinto ferial habían otros establecimientos bailables muy concurridos: Típico Najayo en donde Ramón Gallardo con su cantante Rafaelito Martínez alegraba las noches, La Gallera, lugar ocupado hoy por la Universidad O&M., el BinBlan, con la voz aguardentosa de Julito Deschamps y el oscuro La Pipa, luego en la avenida Independencia se encontraban Los Cubiletes y el Adamanai.

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La zona del Malecón se destacaban El Pony, El Vesubio, Carimar, El Caserío, La Parrilla, el Dorremi, de Flor de Oro y su administrador Lope Balaguer; el Napolitano con el piano de Panchito Martín, y el restaurant La Llave del Mar, donde Freddy el Pelú contaba historias fantásticas de su faenar en aguas procelosas. La contrapartida compuestos por cabarets, algunos como se dice de mala muerte, el Recreo de Turismo, El Gordito, Herminia (Borinquen), Taino, Cambumbo, René Carrasco, el Paraguas de Güibia. En Villa Mella, el Pérez Prado. Los bares más famosos quedaban en le calle El Conde, en esa época vía obligada antes de ser peatonal. Allí, en El Baitoa, tocaba Enriquillo Sánchez “El Guardia con el Tolete”. Este lugar se convirtió posteriormente en El Molino Rojo. A lo largo en dirección al Parque Independencia quedaban, La Cafetera, Moroquito, Roxy y Panamericano, Ariete, Bombonera, el Acordeón.

En ese entonces no se habían masificado los moteles. El primero, el Keko, al lado del río Isabela, en donde mató César Cedeño una dama que le costó su brillante carrera en Grandes Ligas. En la parte oriental, el Bosque de las Flores y el Campoamor.

Picaderas nocturnas

Era muy difícil terminar una salida nocturna sin terminar comiéndose unos chicharrones de pollo en Mario, un sándwich en la Barra Payán, Manolo, Dumbo, 1 y Cinco o un sancocho donde Blanquiní.

Colegios emblemáticos

El Colegio Santo Domingo, en la avenida Bolívar al igual que el De La Salle, La Milagrosa, Santa Teresita de las Hermanas Roque Martínez, Apostolado, Serafín de Asís, Santo Tomás donde impartía clases el austero profesor Yáñez y por supuesto La Normal.

Cosas inolvidables

El paseo en guaguas de dos pisos, las denominadas tandas vermut en los cines los domingos (Élite, Independencia, Olimpia, Capitolio, Rialto, Santomé) entre otros. De grata recordación eran los tripletazos del Coliseo Brugal, Julia y el Pidoca.

Entes desaparecidos

Vendedor de frío-frío, alegría, gofio, carboneros, maniceros, marchantas, las retretas en el parque Colón y en la Glorieta del parque Independencia, magos en el parque Enriquillo, los periódicos La Nación, La Opinión y los burros de los quinieleros con su Domingo y la Lista.

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