René del Risco Bermúdez: la Guerra Fría, El Viento Frío o la falsa utopía de la muerte

René del Risco  Bermúdez: la Guerra Fría, El Viento Frío o la falsa utopía de la muerte

Epígrafe:
“Errante soñadora de ultramar,
que cantas cenizas y sangre,
niña de las cicatrices de fuego,
los que olvidamos te pedimos un sueño,
que de la tormenta salga una estrella.”
Carl Sandburg
(Plegaria para la Segunda Guerra Mundial)
I. ¿Por qué la Guerra Fría se disfraza de Viento Frío?…
La razón más que simple es la lógica de un pensamiento entre lo externo y lo infinito interior. Dialéctica que desea explicaciones detalladas, que quiere lo íntimo en el desgarre y el silencio.
René del Risco Bermúdez busca un pórtico que como las parcas del Macbeth de Shakespeare, anuncia entre humos y rictus, las malas nuevas de un tiempo nuevo:
«Este hombre destruye con sus botas
la rosa y la sonrisa de los niños,
se traga nuestra luz con su saliva,
destroza las raíces y los frutos
y esparce las espinas para hacernos
sangrar hasta los pies de dulce carne»…
Y agrega:
«Hay un hombre venido de la noche
con fusil y puñales y tormentos,
con ojos de lagarto y llamaradas,
con humo y explosiones y con miedo…
Hay un hombre vestido de soldado
venido ciertamente de la sombra…
y este hombre vestido para el crimen
no sabe que la sangre se endurece,
no piensa que el amor y las banderas
resisten más allá de las batallas,
no entiende que su pólvora y su plomo
servirán para el canto de otros hombres…
No comprende este hombre sin mirada
que la mano, matando, se le quema,
que, sobre la tragedia, la alborada
borrará su agria carne, su estatura
de animal entrenado para el fuego
y el musgo nacerá sobre su muerte…»
(Oda Gris Para el Soldado Invasor)…

El carácter apocalíptico del corazón del poema no descarta la sucesión o la continuidad de la lucha, pero advierte que la caja de “Pandoras”, ha sido abierta y que una invasión de hombres grises y miradas de lagartos, como buitres de la muerte, vuelan sobre la media isla.
El poema es limpio, pregón de tragedia en un tiempo que transcurre hacia el inmovilismo del tiempo heroico, fruto de la derrota militar en medio de la Guerra Fría que anuncia ya su “Viento Frío”, el poemario histórico publicado en vida en 1966.
Entonces, si la Guerra Fría ha sido enfrentamiento de potencias espacios territoriales conquistados como resultado del final de la Segunda Guerra Mundial, la llamada Guerra de Abril de República Dominicana quedaba inscrita en el reclamo por la fuerza de una de esas potencias con predominio hegemónico territorial de nuestro espacio insular. Era la verticalidad del orden extranjero que trabajaba la terrible paz de cementerios.
Era el ordenamiento que la geopolítica imponía, desnudando la impotencia y el desengaño que suponía la real politik.
René del Risco Bermúdez no hizo literatura de frustración. En todo caso hizo conciencia crítica de una situación geopolítica que tradujo, en el tono más triste de su derecho individual, a una mirada que no por no ser común era menos importante y clave para entender la historia y aquel momento nacional del país.
Dentro del marco de esa conciencia “El Viento Frío” se convierte, de modo térmico y epocal en disfraz de Guerra Fría.
El brillante escritor entendió que en el reparto político hemisferial la República Dominicana correspondía a un paralelo de posesión imperial, cuya fuerza blindada y táctica aplastaría toda esperanza o alborada.
En 1965, la Guerra Fría tenía 18 años que había comenzado, si damos por válido el término utilizado por Bernard Baruch en 1947, consejero del presidente Harry Truman, quien la bautizó luego que lo hiciera George Orwell, en 1945.
¿Tenía René del Risco Bermúdez la capacidad suficiente para ser un bardo lírico a toda prueba y, al mismo tiempo tener un olfato agudo sobre la política internacional?…
En términos estrictamente personales, no me cabe la menor duda de su agudeza y visión de estos temas, posiblemente no como un especialista ducho, pero sí como un interesado en la lectura del futuro con un realismo espeluznante.
Cada vez que pienso en el poemario “Viento Frío”, he reflexionado que me luce lógica la analogía que procede, si pensamos en la Guerra Fría, porque si analizáramos bien y buscáramos un balance final sobre el tema, no sería difícil entender que la invasión estadounidense de 1965 a la República Dominicana se hace en un espacio de la historia mundial donde la Guerra Fría era el proyecto compartido entre la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos de América. En ese contexto, visto lo geopolítico, la República Dominicana era y sigue siendo un país dependiente y periférico.

En la sombra, la pesadilla imperial situada en el Trópico de Cáncer, se nutría de una frase que casi teníamos pegada en la frente: «La otra Cuba». La vigilancia exquisita luego se imponía.

Mientras tanto, nadie impuso al poeta una misión, nadie le ordenó futurizar lo que vendría.

Como un evangelista entre las cenizas, René del Risco y Bermúdez salmodia a partir de un estado de ánimo, a partir del desaliento individual.

¿Quedará alguien aún que le niegue aquel derecho tantas veces discutido en vida?

Su voz y su mirada chocan, porque en vez de la utopía y el panfleto esperanzador, elige el tono ronco de la catarsis sartreana, sin la blasfemia de lo sacro o lo altísimo.

René del Risco Bermúdez tiene convicciones, le duele el futuro, la sangre es una molestia diaria estampada en los vespertinos con hilos de largos titulares.

II. Entre el tiempo heroico perdido y el humano refugio de la ternura.

La vida cotidiana es apenas un manto o el escenario ideal para soñar conociendo la realidad; el tiempo de la heroicidad y sus grandes leyendas, una historia universal de las guerras, había terminado. Había que recomponer la vida, hablo de una persona torturada, había cumplido con entrega y vocación propia con dos ciclos de luchas nacionales por excelencia: Tiranía de Trujillo y Guerra de Abril.

Hablo de un ser que por encima de las huellas y las largas cicatrices en su cuerpo, impronta humana de nunca olvido, decidió que el canto de su lírica aspiraba a los sueños y a la ilusión ingenua de la canción.

Hablo de un ser cuyo sentido de lo lúdico era totalmente existencial e inmediato, como si la vieja frase de los Beatles fuera una receta permanente: “Life is very Short”.

Y en lo lúdico se escondía aquella vocación de alegría y humor que, a pesar de todo, marcaron su personalidad ataviada de la celebración permanente, marcada por una melomanía romántica, festiva, digna de su creatividad como autor de textos para canciones: ese también era René del Risco Bermúdez.

En René del Risco Bermúdez, había una plena conciencia de que el tiempo heroico había finiquitado, trascendió a la trampa de la ceguera y los falsos mitos interpretativos de aquel tiempo, que por esa misma razón, produjo literatos cuyas obras hoy no tienen trascendencia ninguna, salvo la indulgencia de quienes quieren aún tapar el sol con un dedo, pretendiendo que el modo de mirar las consecuencias de la Guerra de Abril, tenía la única dimensión del panfleto, como testimonio único, bajo la estampa efímera del arte de emergencia, sentenciado a perecer fuera de su contexto motivador.

En vida coexistían dos René del Risco Bermúdez: aquel de la memoria del país, su paso por el 14 de Junio y aquel que con sobrado talento y tino, tuvo éxito en lo que eligió para vivir con dignidad y decoro. Al mismo tiempo; nunca negó el dolor de lo social, dolor que llevaba incrustado como otra nueva tortura, yuxtapuesta a su estable condición de vida remunerada por su trabajo.

Vivía emocionalmente bajo la presión obsesiva de la utopía social perdida, entre los restos de una historia desencajada por una realidad política que rechazaba.

Pero en este mismo tenor, no se debe olvidar la diatriba y «las culpabilidades» al supuesto feliz pequeño burgués en el universo del capitalismo publicitario… Memoria hoy obliga.

Negarle a René del Risco Bermúdez la autenticidad de un conflicto de conciencia sería no entender su propia obra, con la profundidad y el respeto debido.