Reportaje
Circo, pan, libros  y otros impresos

<STRONG>Reportaje<BR></STRONG><SPAN>Circo, pan, libros  y otros impresos</SPAN>

Las fotos del Presidente de la República, sus ideas y proyectos son parte del evento. El mandatario luce imponente con su banda presidencial en el moderno espacio de INDOTEL, en la esplendorosa  parada del Metro donde un “E’ Pa’ lante que vamos” se destaca en un afiche

POR ÁNGELA PEÑA
La Fiesta de la Cultura, un derroche de circo, pan, libros y otros impresos que se celebra en la “Plaza Juan Pablo Duarte”, es reflejo de la abundancia económica de un gobierno y algunas de sus instituciones interesadas en demostrar su progreso y compartir en parte sus beneficios. Es también exposición y venta de publicaciones de todo género, festival de sorpresas, promociones literarias y presentaciones.

Deben haber sido cuantiosos los recursos invertidos para montar ese espectáculo que no da tregua al descanso por la variedad de entretenimientos y la originalidad de tal despliegue de estructuras encantadoras convertidas en teatros, bares, cafés, salones de baile, cines,  cuarteles, cafeterías, estaciones de trenes que son novedad no sólo para transportar la algarabía estudiantil que se da cita en este encuentro anual sino para ilustrar lo que será el debatido y controversial Metro cuyas rutas se construyen en la ciudad hoyada.

La inauguración de X Feria Internacional del Libro, dedicada a la memoria del poeta Franklin Mieses Burgos, fue el pasado lunes, pero todavía el martes corrían el vino, las yipetas y franqueadores arrolladores para dar paso al Procurador Fiscal y su séquito que abrían con discursos y brindis su hermoso y confortable pabellón. Ese tipo de vehículos no está prohibido en el cartel de los impedimentos. Pero sólo se permite el tránsito a algunos privilegiados desde el 1 de abril, y del señor Ministro de Cultura, placa 019, que tiene paso y estacionamiento francos junto a un go-kart, usados ambos según su preferencia.

Para el público común, sin embargo, ese es el mayor dolor de cabeza de esta Feria, aunque no desee visitarla. Los alrededores se congestionan, en las calles de acceso las grúas se llevan los automóviles de quienes osan parquearse. A distancia, numerosas guaguas  escolares dejan y aguardan el retorno de ese menudo alegre y vivaracho, niños y adolescentes procedentes de toda la República que son el mayor público de la actividad. Rara vez se detienen a hojear un ejemplar, pero viven con entusiasmo los espectáculos, devoran con avidez  pizzas,  picapollos o un rico moro que llevan en cantina. Tras el consumo arrojan inconscientes al césped verde vasos plásticos, cartones de jugo, envolturas de galletas, servilletas sucias así como los brochures, separadores de páginas y viseras que les obsequian. Un eficiente y rápido equipo de limpieza recoge sus desperdicios.

Las fotos del Presidente de la República, sus ideas y proyectos son parte del evento. El mandatario luce imponente con su banda presidencial en el moderno espacio de INDOTEL, en la esplendorosa  parada del Metro donde un “E’ Pa’ lante que vamos” cierra uno de los inmensos afiches que explican los trabajos. Su foto grande adorna las paredes del Consejo Nacional de Asuntos Urbanos; está junto a una estudiante en la galería de la Secretaría de Estado de Educación Suprior, Ciencia y Tecnología y junto a su esposa, en el magnífico pabellón del “Despacho de la Primera Dama”. En los marcadores de páginas se lee su pensamiento: “El libro es un depositario de la cultura de la humanidad”. Ya en una de las paredes de la Plaza quedó grabada en letras de bronce su frase: “Para volver al progreso tenemos que llegar de manos de la cultura”.

Como siempre, libreros se quejan de la escasa venta, pese a que se observan compradores con menudo sustancioso en manos y con fundas de volúmenes a cuestas. Y mientras unos razonan que “esto apenas comienza”, otros alegan que “toda esta parafernalia nos arropa”. Críticos habituales atacan “este dispendio, en un país cayéndose a pedazos”, otros abordan la periodista para quejarse de que no les permitieron instalar un expendio de golosinas porque no pudieron adelantar cien mil pesos y uno que otro intelectual disgustado saca cuenta: “Esta Feria, con un festival de poesía donde cada poeta extranjero nos cuesta más de mil dólares, más de 30 mil pesos… Y sólo por tres minutos”. Empleados de la Secretaría patrocinadora confiesan, a discreción, que el dinero invertido se recobra con lo que pagan los dueños de negocios allí habilitados. Se refirieron a dos grandes compañías de gaseosas que pagaron un millón para que se les permitiera distribuir sus productos. “¿Lo que hacen con ese dinero? No lo sabemos”, argumentaron.

La Feria es costosa, no hay que consultarlo para apreciarlo. Tantos son los actos que el programa anunciándolos es un libro de 328 páginas. El personal es numeroso. Explota un transformador, se pegan dos cables que causan una suspensión eléctrica y al segundo arrancan las potentes plantas de emergencia, los aires acondicionados y la luz regresan. Todo es esplendoroso, bello, nuevo. Hay obsequios en demasía. Las filas mas largas y permanentes están frente al pabellón de la Lotería Nacional donde regalan un bono de 300 pesos para comprar libros, gorras y separadores con una frase célebre del Presidente.

Al margen de negativos comentarios y rumores fundados o fruto del invento, la Feria es la atracción general, el punto de encuentro o para enriquecer el intelecto o para botar el golpe y soltar el estrés, hasta el 6 de mayo.

“Café Bohemio”

Es una de las novedades a la que el visitante no puede resistirse. Con acogedores sillas y mesas en el exterior, adentro, el aire acondicionado hace más placenteros los recitales, lecturas, intercambios de intelectuales con el público, tandas de humor y conferencias que pueden compartirse con un café, una copa de vino, emparedados, dulces. Es Freddy Ginebra que ha trasladado con otro diseño su “Casa de Teatro” donde cada tarde, a las tres, Víctor Víctor deleita con su voz y su presencia. Se conversa sobre fotografía, música, jazz, poesía, historia, periodismo, la pasión de escribir. Lenny Abreu, Ligia Minaya, José Antonio Rodríguez, Bernardo Vega, Claudio Cohén, Carlos Sánchez, Soledad Álvarez, Jeannette Miller, Carmen Imbert, Mariano Hernández, Guillermo Piña Contreras son, entre otros, protagonistas de disertaciones, canciones, muestras, homenajes, salsa y son que tienen como anfitrión permanente al incansable y versátil Freddy Ginebra que escribió en la fachada del singular espacio: “El aroma de una taza de café es el motivo central para disfrutar del arte y la poesía”.

El Metro

Nueva también es la estación del Metro. Los estudiantes dicen que al ver los monitores, al abordar el tren, se sienten como en los países. Allí la línea de espera es permanente. Ven lo que será el Metro, además, en monitores colocados en los indetenibles trencitos. El vicealmirante Víctor Francisco García Alecont, funcionario de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte, está allí mostrando con entusiasmo ese modelo de progreso para que el público se vaya adaptando al desarrollo y apreciando la eficaz solución al problema del tránsito. “¡Guao! ¡Qué chulería”, exclaman maravillados los alumnos. “E’ pa”lante que vamos”, asegura un inmenso cartel mientras en la pantalla el Presidente como que saluda a los pasajeros.

Ni descalza ni sin camisa

Un héroe de la Feria es el coronel Caamaño, con fotos a color y en blanco y negro en “Tiro al Blanco”, donde se exhibe junto a las de Chávez, el Che Guevara, Ho Chi Minh, los libros de Narciso Isa y de otros autores extranjeros de tendencia revolucionaria. El líder de abril está  también en los pabellones de las fundaciones Caamaño, Lora Fernández, Caamañista internacional, entre otros.

“Si no llego a ver por mí mismo la liberación de este pueblo, la veré a través de mis libros”. La cita es del profesor Juan Bosch y está en su pabellón tan desierto como los de Balaguer y Peña Gómez. Por otro lado, el escritor Miguel Solano promueve “Canto a la naturaleza” de Maya Díaz Felipe, la escritora más joven de la Feria y del país, dice. La niña tiene diez años de edad y éste es su primer libro.

“Tengo una gran variedad de enciclopedias a crédito”, anuncia un encargado de la “Librería Augustia” y en la esquina de la calle “Emilia Pereyra” con “Jorge Tena Reyes” arranca un grupo de teatro itinerante seguido por una multitud curiosa. Otros quedan detrás, contoneando sus cuerpos al ritmo de los palos de la “Dirección Regional de Cultura Santo Domingo, Distrito Nacional y Monte Plata”, con cantores en trance llamando a San Elías, San Miguel, Ogún Balendyó, el Barón del Cementerio y otros luases. El coordinador, Ramón Lachapelle, escribió en la entrada del folklórico rancho: “Se sirve un rico banquete de música autóctona”.

El lugar reservado al “Despacho de la Primera Dama”, con sus duendes, su auditorio y salones para documentales infantiles, sus fotos, programas, publicaciones, es tan visitado como el de los cuerpos policiales donde llama la atención el simulacro de un herido en la escena del crimen. Linces, Amet, Policía Científica,  entre otros, están representados.

La Feria no se recorre completa en un día y, al despedirse, nadie sale con las manos vacías. La OPRET (Oficina del Metro) regala mapas plastificados, variedad de separadores con rutas, la foto nítida del tren y el lema: “¡Un mejor tren de vida” casi todos los expositores, sobre todo los oficiales, donan brochures, folletos, souvenirs, hojas sueltas.

Se cierra a las diez de la noche, orden ratificada por carta de un capitán que ha hecho historia. Caben todos, pero sin armas de fuego, objetos cortantes, bebidas alcohólicas, envases de vidrio, motores, bicicletas, skateboards. Está prohibido, además, “distribuir propaganda política, religiosa, comercial; celebrar actos de proselitismo político o religioso; colocar materiales propagandísticos”. No pueden entrar “personas descalzas o sin camisa”.

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