Ninguna acción multilateral ni unilateral de Estados Unidos para llevar orden a Haití es previsible en el corto plazo. Nada se haría desde las hegemonías contra la ingobernabilidad que convierte a ciudadanos de ese país y a extranjeros asentados o de visita en víctimas de bandas criminales mejor armadas que las autoridades.
El volcán en erupción en que se ha convertido el país vecino solo echará fuego hacia República Dominicana pues sus aguas circundantes son patrulladas por guardacostas de la bien apertrechada metrópoli del hemisferio que devuelven automáticamente a los damnificados del desastre político-social hacia su propio e indomable procedencia.
Para acá funcionará una sostenida búsqueda de refugio por una acentuada necesidad de asistencia sanitaria; de alimentos y combustibles. Opción incluso para ricos que se vuelcan a residir en el territorio dominicano, algunos quizás para seguir influyendo desde esta segura retaguardia a la conflictividad en su propio lar.
Queda claro ahora que procedía la intensificación de medidas para bloquear la frontera con tropas y controlar la presencia de inmigrantes al ver el Gobierno dominicano cómo se agravaba la crisis adyacente.
Había de este lado conciencia de que Haití sería dejado a su suerte como Estado fallido y que cada quien, incluyendo República Dominicana, y los propios haitianos atrapados en su desgracia, tendría que protegerse a sí mismo del vandalismo y sus repercusiones al entorno.