Las adversidades son parte de la vida; no todos estamos expuestos de la misma manera. Sin embargo, cuanto más vulnerables estamos, logramos avanzar y resistir, si aprendemos a gerenciarlas.
Aun viviendo en el caribe, expuestos a todos los daños: ciclones, tormentas, temblores, vivimos sin planificar, organizar ni gerenciar los riegos, impactos y daños colaterales de la agredida naturaleza.
La movilidad social en Samaná y Este para las personas pobres y muy pobres, para poder acceder al desarrollo sostenible o al nuevo estatus social se ha convertido en un obstáculo crónico. Un modelo de lo desigual es El Seibo; una de las provincias más viejas, pero más pobre y excluyente, donde más de tres generaciones han vivido en pobreza: el abuelo, el padre, el hijo, y ahora el nieto.
En el Este y Samaná se vive con el mismo riesgo y dentro del riesgo, con la adversidad del que vive una vida dura, en sociedades duras y en economía inequitativa.
Fiona les bajó de nivel de pobreza, con el agravante del deterioro en su salud mental: problemas para dormir ansiedad, depresión, desadaptación, estrés postraumático, suicidio, etc.
Pero también aumentaran los problemas psicosociales: abandono de la escuela, embarazo en adolescentes, trabajo infantil, prostitución, disfunción familiar, perdida de trabajo etc.
Los hacinados de David y Federico aun viven en barrancos, en condiciones inaceptable para un ser humano en siglo XXI.
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A los pobres y clase media del Este y Samaná que han perdido de todo; ahora tendrán que construir su propia resiliencia social; o sea, aprender a salir mas fuertes de las adversidades, con mayor fortaleza emocional, mas optimista, mas empoderado, con nuevos propósitos de vida, pero mejor gerenciado como colectivo social para demandar cambios estructurales, de mejor sostenibilidad y de larga permanencia que le cambie a mejor suerte a padres e hijos.
El verdadero desafío de las personas del Este y Samaná es, aprender a salir mas fortalecido, mejor enfocado y fluir con el proyecto de vida, pese a las adversidades y al mal tiempo que afrontan.
Los indicadores de personas resilientes son: aprender a manejarse en la adversidad, sobreponerse a los fracasos y frustraciones, mantener la calma en la tormenta emocional, valorar los riesgos y las consecuencias que les afectan después de Fiona, volver a enfocarse en sus metas; aceptar las limitaciones y posibles pérdidas y obstáculos, no perder el optimismo y la esperanza.
En la crisis las personas resilientes desarrollan habilidades y destrezas para salir airosos de ellas y fluir en la vida.
Las provincias del Este y Samaná están desbastadas, hay que organizar la dinámica social, económica y existencial de los más pobres de la región.
Deben ser asistidos en salud mental por 3-4 meses, tratar de integrar los servicios básicos: agua, energía eléctrica, caminos, puentes, y reparación de viviendas. Sin embargo, hay que organizar un plan de desarrollo sostenible y de gasto social responsable del Estado para la vivienda digna, escuela, cursos técnicos, microempresa, generar empleo, inversión del sector privado que puedan cambiar los resultados de vida del Este y Samaná.
Los dirigentes comunitarios, políticos, religiosos, universidades, empresas y sociedad civil, tienen que organizar un proyecto de viabilidad de comunidad y ciudadanos resilientes. Es inaceptable que se queden viviendo vulnerables, riesgosos y en desesperanza en un país de crecimiento y desarrollo económico, pero cargado de iniquidad.