Resistiré… Resistiré

Resistiré… Resistiré

Resistiré
Dúo Dinámico

Cuando pierda todas las partidas
Cuando duerma con la soledad
Cuando se me cierren las salidas
Y la noche no me deje en paz

Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerme en pie
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me pongan contra la pared

Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pie

Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré

Cuando el mundo pierda toda magia
Cuando mi enemigo sea yo
Cuando me apuñale la nostalgia
Y no reconozca ni mi voz

Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura

Resistiré, resistiré….

Agradezco a los amigos, especialmente a mi paciente director Bienvenido Álvarez Vega, por sus llamadas y sus mensajes por correo o por WhastsApp. Me llamaban porque se preocuparon por mis reflexiones tristes del Encuentro que publiqué hace quince días. Ese desalientopor la realidad me perduraba y por eso decidí no escribir el sábado siguiente.
Entiendo, como me decía el muy apreciado Luis Scheker Ortiz, que no entendía por qué había escrito ese Encuentro, cuando normalmente soy una mujer optimista, que cree en la esperanza. Y sobre todo esa imagen ha estado conmigo por siempre. Le agradecí inmensamente sus palabras, y después de conversar con él, me quedé pensando.

Soy una mujer que apuesta al futuro, por eso soy maestra. Como escribió una vez el filósofo español Fernando Savater, en su libro El Valor de Educar: “En el caso de un libro sobre la tarea educar, empero, el optimismo me parece de rigor: es decir, creo que es la única actitud rigurosa. Veamos: tú misma, amiga maestra, y yo que también soy profesor y cualquier otro docente podemos ser ideológica o metafísicamente, profundamente pesimistas. Podemos estar convencidos de la omnipotente maldad o de la triste estupidez del sistema, de la diabólica microfísica del poder, de la esterilidad a medio o largo plazos de todo esfuerzo humano y de que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. En fin: lo que sea, siempre que sea descorazonador. Como individuos y como ciudadanos tenemos perfecto derecho a verlo todo del color característico de la mayor parte de las hormigas… pero en cuanto educadores no nos queda más remedio que ser optimistas… Y es que la enseñanza presupone el optimismo tal como la natación exige un medio líquido para ejercitarse. Quien no quiera mojarse, debe abandonar la natación; quien sienta repugnancia ante el optimismo, que deje la enseñanza y que no pretenda pensar en qué consiste la educación. Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber qué la anima… en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento… Los pesimistas pueden ser buenos domadores, pero no buenos maestros…”

Sí, soy optimista. Pero a veces la razón es superior. Como decía Antonio Gramsci: “El pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”. Así pues, mi último Encuentro fue un ejercicio racional, sobre un país, nuestro país, donde prima el egoísmo, el interés político por encima del bien colectivo, donde la ignorancia es un doloroso signo, en el que algunos sectores de clase media hacen galas de inconsciencia, donde la mentira se ha institucionalizado…. Te lleva a sentir pesimismo.

Y yendo allende los mares, viendo el derrotero de esta crisis mundial, mi pesimismo de la razón se exacerba. Ya no puedo escuchar las declaraciones del presidente de los Estados Unidos. Me duelen los miles y miles de muertos. Me duelen las declaraciones de algunos infectólogos que abogan por la apertura total para que el COVID se expanda y se cree una inmunidad colectiva, al sencillo precio de varias vidas. Ese es el caso de Suecia, y en gran medida de los Estados Unidos. Esa supuesta racionalidad objetiva está por encima de mi creencia de que la ciencia debe estar al servicio de la humanidad, y que cada muerte es una herida en el corazón de todos. La ciencia debe de estar al servicio de la vida. Por ejemplo, en Vietnam, entre 1955 y 1975 ¡en 20 años!, murieron 58,270, según datos del Archivo Nacional de los Estados Unidos. Con el COVID 19, hasta el 2 de mayo 2020, en menos de dos meses, han muerto 64,203 muertes. Entonces, entonces ¿vale la pena la política de apertura para que el virus se expanda y sea por selección natural? Yo creo en la ciencia que salva vidas humanas, que lucha por preservarla.

Ahora bien, y vuelvo con Gramsci, tengo la voluntad para aferrarme a la esperanza, que ahora, lo reconozco, está maltrecha, herida, dolida. Estoy consciente de que el tiempo juega en contra de los que tenemos más de 60 años. Es una realidad que acepto con alegría, sencillamente porque he vivido. También soy de las que dicen que mientras haya vida, estaré llena de planes, de proyectos futuros, de tareas pendientes que cumplir. Creo en el futuro. Estoy convencida de que la humanidad ha caminado bajo trayectos inusitados, abruptos y a veces dolorosos; pero también la historia nos ha regalado seres comprometidos que lo han dado todo para transformar la herencia recibida.

Como estoy convencida también de que las crisis sacan a la luz todo lo bueno y todo lo malo que tenemos. Me duele constatar esa triste y dura realidad, pero así ha sido, de esta manera hemos hecho por siglos el trayecto. Hemos contado con gente buena que asume las crisis para ayudar a los otros; con gente oportunista que ve en esas coyunturas una oportunidad para beneficiarse, con gente indiferente que trata de sobrevivir pensando solo en sí misma.

Añoro una nueva humanidad. Deseo con todas mis ansias un futuro mejor, basado en la dignidad y en la mejor distribución de las riquezas. Oro por una sociedad donde prime el amor al otro, que el prójimo no sea alguien a quien pisotear, sino la compañía predilecta para emprender juntos el camino. Amén

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