Una visión reduccionista y centralizada es responsabilizar al Estado y al Gobierno del nivel de contagio, de falta de distanciamiento social y del uso de mascarilla.
La otra visión egocentrista y centralizada es que el Gobierno en sí mismo refuerce el concepto de ser el único hacedor de estrategia y le quite responsabilidad a la población y otras instituciones ofertadoras de servicios.
La pandemia por las implicaciones multicausales y sus daños colaterales, amerita políticas públicas con visión intersectorial, multidisciplinario y de enlaces que hagan posible que los resultados también sean compartidos.
El buen resultado de la atención primaria en salud, descansar en el enfoque de integración de la comunidad, de las iglesias, universidades, empresarios, ayuntamientos, medios de comunicación, asociaciones, clubes deportivos y culturales, etcétera.
Cuando se aplican modelo de atención centralizada o gerenciado hacia la atención secundaria y terciaria, o sea, de tratamiento, hospitalizaciones y rehabilitación, la salud es más cara, para el Estado y las personas.
El diagnóstico psicosocial, expresa en los resultados socio-culturales y conductual de la población: “lo bueno o lo malo de la pandemia es del Gobierno” “si aumenta los contagios y hay violaciones al distanciamiento social se debe a que el Gobierno no hace la tarea”.
De realizar estudios de percepción, y de condicionamiento psicosocial, la población y las instituciones descentralizadas y organizadas en cada comunidad, esperan que el Gobierno aplique los toques de queda, reflexione para activar la economía, flexibilice, mantenga las políticas sociales. Además, que los hospitales funcionen con ventiladores, las vacunas que sean seguras y bien distribuidas, etcétera.
Como pueden observar, las acciones en política de salud, economía, planificación, gerencia y desarrollo social deben ser integrales y de responsabilidad social, que terminen involucrando de forma altruista y responsable a la ciudadanía.
El Gobierno debe integrar a todos los actores sociales, comprometerlos a gerenciar dentro de sus membresías y de sus propios controles los servicios primarios en salud. Ejemplo, los partidos, las iglesias, los ayuntamientos, deben poner en práctica publicidad, letreros, psico-educación sobre el distanciamiento, la responsabilidad cívica, cuidar y proteger a los adultos mayores para no contagiar, evitar las aglomeraciones, etcétera.
Desde el punto de vista individual cada ser humano es responsable de su salud, de su autocuidado y protección, de disminuir sus riesgos y de aumentar su resiliencia social. Cada familia debe poner en práctica sus modelos de prevención, de higiene y de mascarilla. Cada empresa, cada institución debe de sensibilizar e implementar sus estrategias para disminuir los contagios.
Sencillamente, la tarea es de todos. Los resultados de Alemania, Noruega y otros países de baja positividad y menos muertes, han sido en enfoque interdisciplinario, multifactoriales e intersectoriales, pero sobre todo de responsabilidad social.
En nuestro país, se impone implementar la política de inclusión a todos los actores sociales, con resultados medibles para el alcance a corto y largo plazos. De no modificar las estrategias, y se deje que solo el Gobierno planifique y ejecute todas las políticas.
El resultado sería una policía agotada, más hospitales colapsados, mayor gasto en salud, más dificultades para activar la economía, menos consumo, mayor recesión y más deudas, pero sobre todo, mayor inflación y desesperanza.
En resumen, observo que la población en todos los niveles, espera y aclama del Gobierno. El Gobierno se ha dejado condicionar de que hacen todo lo posible y hasta lo imposible para que todo funcione.
En las crisis, en las adversidades, se pone nombre y apellido a los elementos causales y daños colaterales, pero también, se identifican las responsabilidades, se crean los compromisos, se activan los diferentes sectores para empujar hacia un solo propósito.
De lo contrario, aumenta la indiferencia social, la insensibilidad social, la apatía y la falta de responsabilidad y, así, ningún Estado aguanta, ni ninguna salud resiste.
La estrategia hay que continuarla, pero la táctica hay que revisarla y readaptarla para hacerla más fluida y más asertiva, pero sobre todo con mejores resultados psicosociales. Vamos posiblemente a una segunda ola, y ojalá no nos agarre un tsunami pandémico. La estrategia es la responsabilidad compartida para tener menos positividad y menos muerte.